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Moda castrense para recrear la historia

Uniformes asturianos contra las tropas del invasor Napoleón

Miembros de la Asociación de Recreación Histórico Cultural de Asturias (ARHCA) exhiben y explican la ropa utilizada por tropa y oficiales del mítico Regimiento Provincial de Oviedo durante la Guerra de la Independencia

Toño Bueno, 38 años, trabajador de Aceralia, va de zapador del Regimiento Provincial de Oviedo, con uniforme de 1812. Lleva encima veinte kilos de aparataje bélico: carabina, hacha, podadera, arpeo, cordel, sable, bayoneta, cartuchera y panera y cantimplora. Añadamos la mochila, que en circunstancias de combate no pesaba menos de doce kilos.

Los zapadores eran gente robusta, como es fácil concluir. Toño Bueno también lo es, y por eso eligió indumentaria. "Eran soldados fuertes, en cierto modo tropas de élite a las que se les permitía llevar barba, por ejemplo". O pelo largo. En el Ejército francés, los zapadores lucían incluso pendientes.

Hace justamente 108 años el Regimiento Provincial de Oviedo tenía destino en Gijón. Había sido creado en 1734. El 25 de mayo de 1808 Asturias declara la guerra a Napoleón, y dos días más tarde los 34 jefes y oficiales y los 534 soldados del regimiento reciben la orden de movilizarse camino del oriente asturiano y Santander. Se iniciaba así un periplo bélico de seis años, con cientos de muertos y presencia en batallas tan míticas como Espinosa de los Monteros y San Marcial. El regimiento renace varias veces de sus cenizas, se encuadra e integra en otros cuerpos, avanza y retrocede, recorre media España y entra triunfal en Oviedo el 19 de julio de 1814.

Varios de los integrantes de la Asociación de Recreación Histórico Cultural de Asturias (ARHCA), centrada en la Guerra de la Independencia, muestran para LA NUEVA ESPAÑA los uniformes que a lo largo de aquellos primeros años del siglo XIX vistieron los protagonistas en primera línea del conflicto. Son uniformes -entre los que se incluye vestimenta francesa y británica- recreados a partir de estudios históricos serios y concienzudos. "Aquí se cuidan hasta los botones", señalan. Las armas de fuego funcionan: mosquetes y mosquetones, de los de carga por delante, que pesan en torno a los cuatro kilos y miden en algunos casos más de metro y medio, y que requieren maña artesanal en cada disparo. Aun así "hay quien es capaz de disparar seis veces al minuto". Los soldados llevaban al cuello aguja y cepillo para limpiar las armas. Cuando llovía, aquellos mosquetes cuyas réplicas pueden superar hoy los mil euros quedaban poco menos que inservibles.

Los recreacionistas marcan distancia con otro tipo de actividades que se acercan más al disfraz coyuntural, ligadas a mercados o fiestas. "Nosotros somos una asociación sin ánimo de lucro", señala n.

En los uniformes de época son decisivos los detalles: las escarapelas rojas (color distintivo del Ejército español), los triángulos amarillos en el cuello de las casacas (marcas del Regimiento Provincial de Oviedo), las cartucheras y las paneras (bolsas de costado donde se llevaba la comida con la ración diaria), o el calzado claveteado en sus suelas para mejor agarre.

Bruno Cuesta, David Dacal y Pedro Redondo, tres de los miembros de ARHCA, hacen hincapié en un detalle: "Los soldados de la época llevaban calzado sin horma. Allí no había zapatos para pie izquierdo o derecho. Y de números de pie, nada de nada. Había tres modelos". Grande, mediano y pequeño, y que cada cual se las arreglara. Los zapatos eran tan simples que aguantaban unos 80 kilómetros de marcha, a partir de los cuales el deterioro se hacía muy evidente.

Había ropa de verano y de invierno, ropa de campaña y de gala. En 1808 la uniformidad se acercaba al look francés (los malos en aquel momento eran los ingleses). Con la invasión napoleónica cambian las tornas. Uno de los representantes de ARHCA, Carlos Salvador, sirvió de modelo doble, vistiendo uniformes de coronel al inicio y al final de la Guerra de la Independencia. Coinciden en el calzón corto, las medias, las chorreras y los guantes. Se alejan en la hechura de la casaca y en su color: pardo la "afrancesada" y azul la británica.

El bicornio se mantiene. En momentos de enfrentamiento directo bélico los oficiales llevaban ese bicornio con los extremos a derecha e izquierda; en tiempos alejados de la batalla el bicornio se colocaba al revés, es decir, con los extremos delante y atrás.

Todo el uniforme es un ejemplo de información. Cada símbolo la aporta. Las cantimploras, generalmente de madera, ofrecían información del regimiento, la compañía y el soldado. "El líquido debía de ser imbebible" por las características del recipiente. En todo caso lo habitual no era llevar agua, que se degradaría de forma muy rápida, sino alcohol. Las espeluznantes condiciones en la batalla animarían sin duda a un par de tragos. Incluso a una borrachera en toda regla.

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