Lo que sobran no son los kilos. Lo que sobran son los comentarios impropios que a veces tienen que escuchar. Es el caso de la gijonesa Rocío González, que tuvo que enfrentarse a la dureza del patio de un colegio. Confiesa haber pasado momentos duros en su etapa de estudiante. "A mí me machacaron mucho de pequeña, era algo constante. Es cierto que lo vas superando con el paso de los años. Pero mientras cursaba mis estudios de Primaria y ESO era muy difícil, se metían conmigo por mi peso", recuerda ya bajo una coraza donde apenas penetran los desprecios. El día a día en la escuela no resultaba fácil y, una vez se ha hecho mayor, el camino sigue siendo tortuoso. "Fastidia que te insulten, y aunque pases de todo te da algo de bajón", confiesa. Ahora le sucede en menor medida, cuando sale de fiesta con sus amigas. "Te das cuenta de que te miran y algo comentan, pero aprendes a seguir", confiesa.
Como tantas otras, Rocío también tiene problemas para enfrentarse al probador de una negocio de ropa. "Al entrar en una tienda me gustaría regirme por la prenda que más me gusta y no por la única que me entra", suspira a sabiendas de que todavía "hay mucho camino por recorrer".
