Los historiadores siempre han contado que en los "scriptoria" de los monasterios medievales sólo trabajaban los monjes; olvidaron que, durante muchos siglos, en buena parte de los monasterios europeos convivían monjas y monjes en el mismo espacio. Ellas se ocupaban de tareas domésticas, bordaban y cuidaban enfermos, entre otras labores, pero también trabajaron en la elaboración de los códices, auténticas obras de arte. Y muchas de ellas se autorretrataban. Es el caso de Claricia, que aparece en la capitular Q en el libro "Salterio de Augsburgo" del siglo XII, aunque Ángeles Caso cree que, por su ropa y sus trenzas, tal vez no era una monja.