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Los iconos de la Asturias trenista

Una inmersión en el fondo de 60.000 fotos del Museo del Ferrocarril, en Gijón, en busca de sus "joyas"

Trabajos de reconstrucción del puente de San Román de Candamo, volado por los republicanos durante la Guerra Civil.

Es imposible contar los últimos ciento setenta y cinco años de la historia de Asturias sin hablar del ferrocarril. Al igual que sucedió en otros territorios de Europa y del mundo, el Principado hizo su despegue industrial con locomotoras que dejaban su rastro de humo y hollín por los valles carboneros, sobre rieles que buscaban el puerto de Gijón. Y si empezó a abandonar su secular estado de ínsula pastoril y de carreteros, encapsulada entre la Cordillera y el mar, fue por el trazado férreo hacia la Meseta, una vez calado el túnel de La Perruca.

Asturias ha sido a lo largo de estos dos últimos siglos (pendiente de la Variante de Pajares, lo sigue siendo todavía) una región ferroviaria hasta la militancia. En 1870 era la primera productora española de carbón y hierro, pero no tuvo conexión por tren con el resto de España hasta catorce años más tarde. Fue trenista desde que se dio de bruces con su riqueza mineral, obligada a desarrollar una trama de comunicaciones eficaz y moderna con la que sostener el transporte de su hulla, por ejemplo.

Nació así, fundado en 1846, el Ferrocarril de Langreo (se clausuró en 1972). Esa línea entre Gijón, Siero y el concejo del Nalón fue la cuarta de la península ibérica con tracción de vapor. Llegó a ser la empresa ferroviaria en funcionamiento más antigua de Europa. Y aún El Musel es el puerto marítimo español con mayor uso ferroviario. Son sólo algunas paradas en esa larga y compleja relación que el Principado viene manteniendo con el tren: de los viejos convoyes movidos por locomotoras de vapor, a la esperada Alta Velocidad. Hay ahí un relato apasionante cuyos hilos narrativos se vienen reconstruyendo en el Museo Ferrocarril de Asturias, en Gijón, desde el 22 de octubre de 1998. Fue el día en que el entonces Príncipe de Asturias, hoy Felipe VI, inauguró unas instalaciones que ocupan más de 14.000 metros cuadrados, en la antigua estación de Renfe.

En menos de dos décadas, el museo que dirige el mierense Javier Fernández se ha convertido en una referencia española y en uno de los más importante de Europa por el conjunto de materiales ferroviarios que custodia o por su populares "jornadas de vapor". Y también por su impresionante archivo documental. En esos fondos se incluyen 60.000 fotografías. Está considerada como una de las mejores documentaciones gráficas sobre el ferrocarril en España, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad.

Es una colección que sigue creciendo (este mes aún se presentaron algunas novedades) por las donaciones particulares y las adquisiciones que hace el Museo del Ferrocarril de Asturias. Ahí se conservan, asimismo, archivos tan importantes como los de Mina La Camocha, Astillero Riera o Fabril Gijón, junto con los no menos notables de Carlos Roa Pico o Carlos Roces Felgueroso.

Son materiales que suscitan el interés de estudiosos, no sólo españoles. La colección de fotos reúne numerosos testimonios de enorme valor documental, histórico. Son imágenes poco conocidas, en general, por los asturianos. Nuria Vila Álvarez, responsable del Centro de Documentación y Biblioteca del Museo del Ferrocarril de Asturias, conocedora de los entresijos de ese fondo, ha espigado para LA NUEVA ESPAÑA algunas de las consideradas "joyas" de ese inagotable álbum (ver en esta página y en la siguiente). A través de las imágenes de los ferroviarios, las máquinas o los viajeros, esta selección permite el acercamiento a uno de los grandes símbolos de la modernidad.

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