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La corneja, el nuevo enemigo público

Los destrozos en unos rollos de ensilado en Llanes sitúan al córvido en la lista negra de la fauna dañina que encabezan el lobo y el jabalí, reavivando la persecución que siempre han sufrido estas aves

La corneja, el nuevo enemigo público

La corneja negra ha escalado posiciones en la lista (también negra) de enemigos del campo, de la economía rural. El destrozo de un centenar de rollos de heno ensilado en la localidad llanisca de Llames de Parres ha hecho saltar las alarmas, y se ha hablado de "sobrepoblación" y de "controles", las dos palabras mágicas cuyo manejo ligero guía la gestión reciente de la fauna asturiana. Cierto que la corneja abunda y que provoca daños en la agricultura, pero ni es una plaga ni sus perjuicios tan cuantiosos. Y, en todo caso, se trata de una especie cinegética, aunque carece de interés para los cazadores. El suceso, por lo demás, se acoge a las pautas de conducta de la corneja negra, un ave inteligente, oportunista e ingeniosa, que siempre se ha beneficiado de la agricultura, en particular del maíz, por el que siente gran debilidad. El picoteo de los plásticos de ensilado puede ser para inspeccionar su contenido (poco interesante como alimento, y, de hecho, una vez la hierba quedó a la vista, las aves no siguieron hurgando) o un mero entretenimiento, pues las cornejas (y los córvidos en general) son inquisitivas, curiosas, juguetonas, y hacen cosas sin utilidad práctica.

Las aves de negro

La imagen negativa de la corneja y su "vestimenta" de negro riguroso son circunstancias relacionadas, sin restarle su parte de culpa real al córvido. El negro simboliza la oscuridad, el mal, la muerte, la desolación. Es el color del luto en los ritos de la cultura occidental. Y tales asociaciones tienen que ver con la mala imagen de los córvidos de plumaje negro (en España, corneja negra, cuervo grande, graja y grajilla occidental -la peculiar idiosincrasia de las chovas piquigualda y piquirroja las ha mantenido al margen-), aunque las culturas antiguas también supieron ver y valorar su notable inteligencia y les otorgaron diversos roles positivos en la mitología. No obstante, esta segunda faceta ha caído en el olvido, a pesar de lo mucho que se apela a las tradiciones a la hora de defender ciertos usos y costumbres, y solo se ve la parte negativa, la que atañe a las supersticiones y a los daños que ocasionan en los cultivos.

Cuervos y cornejas

La corneja negra es una de las aves más abundantes y ubicuas de Asturias, aunque casi todo el mundo se refiere a ella como "cuervo", suplantando la identidad de un pariente mayor y menos numeroso. Cuervo y corneja no solo difieren en su corpulencia y en su frecuencia, sino también en otros rasgos de su aspecto, en su voz y en sus formas de vida. Aquél posee un pico muy robusto, "barbas" (plumas hirsutas en la garganta) y, en vuelo, despliega una gran cola cuneiforme (recta en la corneja). El cuervo emite un graznido áspero, mientras que la corneja tiene una voz más nasal y lastimera. Y, aunque ambos son generalistas en la elección de hábitat y aparecen virtualmente en cualquier parte, el cuervo suele asociarse con roquedos o, en su lugar, edificios en medios urbanos, que utilizan para emplazar el nido.

¿Plaga?, ¿qué plaga?

¿Hay muchas cornejas? Sí. Pero, ¿son demasiadas? No, en tanto no causan desequilibrios ecológicos y tampoco provocan daños cuantiosos (y si así fuera, al ser una especie cinegética se puede actuar sobre ella -una razón de peso, por otro lado, para saber diferenciarla del cuervo, que está protegido-). Obviamente, sus destrozos pueden ser importantes para el damnificado particular, incluso localmente, pero el balance global no la identifica como un ave particularmente dañina. Los cultivos de maíz son los que más sufren los ataques de las cornejas (a la par de los trigales, en la estepa cerealista castellana). También entra en las huertas a por guisantes y frutas cultivadas, en especial manzanas e higos. Y los cazadores le atribuyen destrozos en los nidos de las perdices. Sin embargo, los estudios científicos revelan que su dieta se basa en lombrices y otros invertebrados (son típicas las reuniones de alimentación, de varias decenas e incluso de uno o dos centenares, en las llanuras fangosas de los estuarios, repletas de anélidos, moluscos y crustáceos), y en la carroña y los desperdicios humanos. Pero esa labor como "limpiadora" y controladora de poblaciones de insectos no se valora.

Los primeros de la clase

Los loros se llevan la fama de inteligentes entre las aves, sobre todo por su facilidad para parlotear. Y lo son. Pero los córvidos (en particular cuervos y cornejas) no les van a la zaga. De hecho, rivalizan con los "grandes cerebros" del mundo animal, como delfines y primates. Innumerables rasgos de conducta y diversos experimentos en condiciones controladas aportan pruebas más que sobradas de su capacidad de raciocinio. El cuervo de Nueva Caledonia se ha hecho famoso por fabricar y usar herramientas (una habilidad que contados animales practican), y los científicos han puesto en evidencia que puede razonar sobre agentes causales ocultos, es decir que deduce las causas de un acontecimiento, aunque no llegue a verlas.

El cuervo picudo, en sus poblaciones de Tokio, ha aplicado observación, deducción e ingenio para abrir las nueces: inicialmente, las arrojaba en vuelo sobre superficies duras, pero muchas no se partían, así que decidió tirarlas en la carretera, para que los vehículos las triturasen al pasar. El sistema era bueno, pero arriesgado, de modo que empezó a dejarlas en pasos de peatones para bajar con seguridad a por el botín mientras el semáforo estaba rojo para los coches.

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