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Bruno Sánchez-Andrade Nuño | Astrofísico y consultor científico, socio de honor de Compromiso Asturias XXI

"Las redes sociales nos facilitan vivir en silos invisibles de mentalidad única y polarizada"

"Trump ha creado la referencia del antiejemplo: demuestra para lo que sirve la cooperación, la diplomacia, lo que significa la democracia"

"Las redes sociales nos facilitan vivir en silos invisibles de mentalidad única y polarizada"

Bruno Sánchez-Andrade Nuño (Oviedo, 1981) es un talento sorprendente. Saltó a la actualidad cuando, en 2016, participó en la cumbre anual del Foro de Davos vestido con el traje tradicional asturiano, reivindicando sus raíces. Es doctor en Astrofísica por el Instituto Max Planck de Alemania, investigó en la NASA y luego dirigió el equipo de Big Data del Laboratorio de Innovaciones del Banco Mundial. Pero en enero de este año dejó su puesto de funcionario en Washington. Quería saber "para qué vale un científico fuera de la investigación". Vendió todas sus pertenencias -"Sólo me quedé con una maletina de equipaje de mano"- y se lanzó a conocer expertos de todo el mundo. Es consultor científico, trabaja para una empresa de satélites y piensa establecerse en España para pagar impuestos, fruto "de mi trabajo internacional". Dice que la democracia española, con su sistema sanitarios y educativo, le ha permitido "estar donde estoy", así que quiere arrimar el hombro. La asociación "Asturias Compromiso XXI", de asturianos que trabajan en el extranjero, le va a nombrar socio de honor.

- Los avances tecnológicos cada día se aceleran más. ¿Nos están desbordando?

-Es bueno que la ciencia y la tecnología sigan avanzando y tengamos este problema. Demuestra que lo posible es mucho más que lo mínimo necesario. Nos ayudan a entender más, a ser más efectivos, a hacer más, a comunicarnos con más gente de manera más fácil y con menos esfuerzo. En el libro "Gracias por llegar tarde", de Thomas Friedman, que estoy justo terminando, se da una visión optimista, y necesaria, de cómo afrontar este cambio. A lo más práctico: defiende buscar pausas para experimentar, mantener la curiosidad y no temer algo por el hecho de no entenderlo. Por ejemplo, toda esta revolución de la inteligencia artificial o de los coches autónomos. No nos queda otra. Estas cosas van a pasar. Pero si elegimos ser los que tenemos curiosidad, los que nos interesamos, seremos también los que sepamos sacar el mayor beneficio o sepamos adaptarnos mejor. Esto tampoco quiere decir que debamos estar todo el día pegados a la pantalla. Usemos la tecnología para que nos ayude, no al revés, parece que somos más esclavos que usuarios de ella.

- ¿Le preocupa esa esclavitud tecnológica?

-La parte que me preocupa más es la de los lugares donde la tecnología no llega. Por ejemplo, en los países en vías de desarrollo, donde he pasado mucho tiempo, o en las comunidades de inmigrantes de nuestras ciudades, que no tienen recursos. Los réditos de la tecnología son tan grandes que aquellos que están al otro lado de esta brecha digital se van a quedar cada vez más atrás.

- Haga futurología: ¿cuál es la tecnología emergente que nos cambiará más?

-Muchas. Por ejemplo, la tecnología que permite la economía colaborativa (como Uber o Airbnb), o el "aprendizaje profundo" en inteligencia artificial (a la orden del día para detectar el correo basura, distribuir los pedidos de la gente o detectar fraude en tarjetas de crédito), o "blockchain" (la tecnología detrás de criptomonedas como bitcoin). Esto permite eliminar la mayor parte de la corrupción, y maximiza la transparencia y la trazabilidad en productos, transacciones o contratos. Además, y no sé si es más predicción o deseo, pero espero que el futuro no tenga tantas pantallas. Estamos pegados a ellas todo el rato, ensimismados y sin mirar lo que pasa alrededor. Afortunadamente casi todos los teléfonos ya tienen asistentes que funcionan por voz. Yo le hablo al mío al menos 10 veces al día para preguntar direcciones, programar reuniones en la agenda o dictar un mensaje.

- ¿Hay algún cambio tecnológico que le preocupe especialmente?

-La tendencia de las redes sociales a polarizar a velocidad viral. Blanco o negro, verdad o mentira, héroes y criminales. En parte sucede porque acabamos siguiendo a gente que piensa parecido a nosotros, creando burbujas que refuerzan cierta forma de ver las cosas. Me parece extremadamente importante fomentar la idea de comunidad, de escuchar, de que nos unen muchas más cosas que las que nos diferencian.

- Usted trabaja como vicepresidente de impacto social en el operador satelital Satellogic. ¿En qué consiste su trabajo?

-Satellogic es una empresa de satélites de imágenes de muy bajo coste. Tenemos 5 en el espacio y 2 más dentro de un mes. Lo que hacemos es democratizar el potencial de los satélites para dar soluciones: cómo sería la agricultura si cada granjero pudiera saber dónde y cuándo poner fertilizante para sacar más cosecha sin gastarse una fortuna o qué pasaría si supiéramos a los pocos minutos que hubo un derrame de petróleo y su magnitud, o cuántas casas se derrumbaron o luces han desaparecido por la noche tras un desastre natural. En todos estos ejemplos se usan satélites, pero el beneficio es la respuesta, no el complejo análisis de cada imagen. Satellogic ofrece respuestas. Toma las imágenes, procesa lo que haga falta, y te da la respuesta. O la imagen, si es lo que quieres. Mi trabajo es ver cómo maximizar el impacto social positivo. Por ejemplo, con proyectos de predicción de cosechas de pequeños agricultores en Mali, o monitorear si hay luces en zonas rurales y remotas de India.

- Anteriormente, en el Banco Mundial, dirigió el equipo técnico de Big Data. Es el Big Data algo así como el nuevo Dios. ¿Nos hace omniscientes, omnipotentes, propicia el control social?

-No diría "nuevo Dios", pero como usted lo expresa, me recuerda al libro "Homo Deus", de Harari. Su tesis central es justo que el hombre es su propio nuevo Dios. Que tenemos la capacidad de hacer lo que hasta hace poco era imposible o mágico. Una de estas capacidades, en mi opinión, es la tecnología, y una de las mayores revoluciones en tecnología es justo el Big Data. En nuestro trabajo en el Banco Mundial se trataba de ver cómo usar todas estas nuevas herramientas para objetivos de desarrollo en entornos empobrecidos. ¿Puede ser usado para el control social? Sí. Las campañas electorales de Obama, Trudeau o Trump son ejemplos. O las herramientas que usa el Gobierno chino para detectar lo que se propone censurar. ¿Seremos omniscientes gracias al Big Data? No. No todo es medible; pero es una herramienta fascinante para saber muchísimas cosas, como predecir y diagnosticar enfermedades y salvar vidas.

- Trump niega el cambio climático. ¿Y usted, que trabajó en ello?

-Trump lo niega porque le conviene. Apela a las frustraciones de mucha gente que tiene miedo a las consecuencias de afrontar el cambio climático. Como las comunidades cuya economía depende del carbón. El futuro, y el presente, sería mucho más fácil si no hubiera cambio climático. Trump no tiene ningún problema en negar el consenso científico, o romper el compromiso político del Acuerdo de París. Lo esperanzador dentro de esta crisis de liderazgo es que, en respuesta, más de 300 alcaldes y otros líderes electos han prometido doblar sus esfuerzos para cumplir el objetivo del Acuerdo de París. También lo han hecho muchísimas empresas multinacionales, desde Apple y Microsoft a otras como la petrolera Exxon o la agrícola Monsanto. En ese sentido Trump ha ayudado a definir el contraejemplo.

- ¿Cuánto está cambiando EE UU con la nueva presidencia de Trump?

-Trump sido electo en democracia y hay respetar esto. Eso sí, el 90 % de Washington DC, donde yo vivía, votó a Hillary. Muchos de mis amigos trabajan, o trabajaban, para el Gobierno. El ambiente en la ciudad es bastante triste y muchos han dejado su trabajo de funcionarios. Dentro o fuera de Washington, he visto muy poca gente que apoya las decisiones de Trump. Esto demuestra un parte del problema: tendemos a rodearnos de la gente que piensa parecido a nosotros, y las redes sociales facilitan vivir en estos silos invisibles de mentalidad única y polarizada. Por esto cuando encuentro a algún amigo que lo apoya, intento escuchar más que hablar o criticar. Intento entender, y comprendo que Trump apelaba a las frustraciones económicas de zonas en crisis, apelaba a lo que quieren oír, a la imagen de pisar las normas si hace falta para ganar y cambiar lo que está roto. No buscaba convencer con esperanza, o con lógica, o con valores democráticos.

- ¿Qué esta consiguiendo Trump?

-Está creando una referencia de antiejemplo. Está mostrando la importancia de la diplomacia, de la estrategia, de la cooperación, de lo que significa la democracia. Muchos de los que hoy votamos en democracia nunca hemos vivido fuera de ella, o sufrido una guerra en nuestra propia tierra. En ese sentido Trump ayuda a reforzar lo importante que es el liderazgo público. De hecho, desde que ganó, la cantidad de gente que ha decidido involucrarse en política o presentarse a elecciones ha crecido en número y en el tipo de perfil de gente y edades que lo hacen. También vemos otros líderes mundiales marcando distancias o siendo mucho más explícitos en los valores que los guían, como Macri en Argentina, Trudeau en Canadá o Macron en Francia

- En su página web figura un emblema al modo de los escudos nobiliarios: "Non vi, sed saepe cadendo". No de golpe, sino poco a poco. ¿Por qué eligió ese blasón?

-Literalmente viene de una frase del poeta romano Ovidio sobre el poder del agua de romper la roca, no de golpe sino cayendo gota a gota. Habla de la importancia de la persistencia en vez de la brusquedad, de que los grandes cambios empiezan poco a poco, con insistencia. Mi padre me contó la historia hace muchos años, y me gustó.

- ¿Sigue la actualidad española? ¿Le preocupa el rumbo del país?

-La sigo en la distancia. A veces es bueno porque te da perspectiva. Perspectiva, porque ves más el bosque que los árboles. Perspectiva, porque no puedes evitar comparar con lo que tienes alrededor en el país en el que esté. Sea Canadá o Argentina y su renovado positivismo hacia el futuro; USA con Trump, o Filipinas, con Duterte y el populismo post factual; o India o Bután, con sus desafíos de desarrollo básico. Me preocupa mucho la cantidad de casos de corrupción, pero me alegra que se descubran y se juzguen. Me alegra que la gente parece mucho más involucrada o con opiniones políticas, pero me preocupa que nos polaricemos o que nos quejemos mucho pero luego votemos poco.

- ¿Se mantiene informado sobre Asturias? ¿Qué nos falta? ¿O qué nos sobra? Hágame una teoría de Asturias.

-Rosa Vivas, de Compromiso Asturias XXI, me hizo las mismas preguntas hace unas semanas. Mi respuesta es la misma, y no es una respuesta. No creo que haya una receta infalible. Tenemos nuestra buena ración de problemas sociales, de infraestructura, de emigración... Pero también tenemos un gran sentido de pertenencia y comunidad. Tenemos asturianos en todas partes y haciendo todo tipo de cosas. Desde los puestos de más responsabilidad y estratégicos, o los de la implementación día a día. No hay más que ver el correo semanal que mandan los de "Compromiso" o su anuario. Los que estamos fuera tenemos experiencia útil, pero nos falta la visión cercana que da vivir aquí. Los que viven en Asturias pueden saber mucho mejor el diagnóstico de por dónde ir. Juntar estas dos partes va a ser sin duda parte de la solución. Hace unos meses conocí al economista Ricardo Hausmann, de Harvard. Él propone un modelo de crecimiento y resiliencia basado no simplemente en aumentar la producción o los beneficios, sino en aumentar su complejidad con diversificación. Diversificación del tipo de cosas que se hacen, para poder hacer cada vez cosas más complejas, y diversificar dependencias internas y externas. De hecho, tiene un Atlas de Complejidad Económica muy interesante. En él, España queda en el medio. Sería interesante ver dónde quedaría Asturias y ver si esto nos ayuda.

- En Asturias estamos obsesionados con la fuga de talentos. ¿Cómo atajarla?

-Sienten que no tienen opción para quedarse, y en otros sitios les dan opciones. No es difícil ver que estamos perdiendo valor. Cuando yo me fui hace 12 años era más por decisión que por falta de opciones, pero a lo largo de los años, la gente que veíamos llegar lo hacían más por falta de opciones que por ganas. Eso sí, hay gente que aún pudiendo, aún con falta de opciones, decide quedarse. Y esto es, en parte, porque el arraigo asturiano es muy fuerte. Como dice el himno: "quien estuviera en Asturias en todas las ocasiones". No son pocos los asturianos que se meten en caros y largos viajes solo para poder pasar el fin de semana o las fiestas de verano en su pueblo. Tiremos de este sentimiento. Usemos que muchos "cerebros fugados" quieren ayudar, pero no saben cómo.

- ¿Realmente es tan grave que la gente inteligente salga a trabajar por el mundo?

-No sólo no es grave que la gente salga a trabajar fuera, sino que creo que es recomendable. A nivel global porque aumenta la diversidad y amplitud mental, y a nivel local porque fomenta los lazos de unión. Lo que falta es ver cómo extraer valor de esa circunstancia, sobre todo si la intención de ayudar no es lo que falta entre los que se han ido.

- Usted se hizo conocido por presentarse en el Foro de Davos con el traje regional asturiano. Aquí muchos se avergonzarían de vestirlo en una "ocasión seria". ¿Para ser global hay que ser muy local?

-Se puede ser global y ser orgulloso de ser local. Creo que es hasta importante hacerlo. Era y soy consciente que vestir de asturiano tiene connotación "pueblerina". Me parece triste que así se vea. Vestir de asturiano es para mi una muestra de respeto hacia Asturias, y hacia donde sea que vaya o a quien vea. El vestido lo puse en la Gala, cuya invitación especificaba vestir de corbata negra o traje tradicional. Me pareció obvio qué escoger. Dos años después, cuando tuve la oportunidad de conocer a los reyes de España en la casa del Embajador en Washington DC, sin dudarlo me puse el traje. Gesto que, por cierto, ellos agradecieron.

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