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El medio siglo de la infraestructura aérea en Asturias

Dos asientos en el primer vuelo

Lina Fernández y su hijo Alain inauguraron la línea de Iberia desde Madrid a Santiago del Monte

Lina y Alain Fernández muestran los billetes del vuelo del 11 de junio de 1968, el primero comercial del aeropuerto de Asturias. MARCOS LEÓN

"Sólo recuerdo que era de noche".

Normal. Aquel 17 de junio de 1968 Alain Fernández era un crío que había cumplido hacía poco los 6 años. Un rapacín que había volado el día anterior solo desde París a Madrid, y que, ya junto a su madre, Lina Fernández, cogió el primer avión que aterrizó en el aeropuerto de Asturias. Un viaje histórico. También "precioso", pues los escasos pasajeros eran todos conocidos. Y con anécdota incluida: la tripulación informaba de los lugares que se iban sobrevolando, y cuando se oyó por el altavoz "a la izquierda, Oviedo", todos los pasajeros se levantaron de sus asientos y corrieron a mirar por las ventanas de ese lado, lo que provocó una severa reprimenda del piloto, que envió a todos de nuevo a sus butacas. "Estaba precioso Oviedo iluminado", recuerda Lina.

Lina y Alain viajaron en aquel primer vuelo comercial que llegó a Santiago del Monte hace medio siglo

por casualidad. Vivían en París, pero la madre había viajado unas semanas antes a Asturias, donde había nacido y donde la familia tiene sus raíces. Eran tiempos de revueltas estudiantiles, mayo del 68, y París estaba patas arriba. Cerraron los colegios y Lina quiso que viniera también a España el pequeño Alain, que se había quedado en la capital francesa con sus abuelos.

Alain Fernández, hoy responsable del Teatro Prendes de Candás, sí recuerda "perfectamente" el viaje de París a Madrid, en un avión de Air France. "Disfruté como un enano", rememora, porque las azafatas, "todo amabilidad", se desvivieron por hacerle agradable el viaje: zampó todos los caramelos y bebió todos los refrescos que le apetecieron.

Recuerda dos cosas más. Una, que a su lado, junto a la ventanilla, iba un señor muy serio, que ni le dirigió la palabra ni le miró en todo el trayecto. No le gustarían los niños. Y dos, que todo lo que había entrado por la boca durante el viaje, todo, salió por el mismo conducto durante el aterrizaje a causa del mareo.

En el aeropuerto de Barajas una azafata entregó al pequeño a su madre. Ambos se fueron a casa de unos familiares, donde pernoctaron. La "aventura" continuó al día siguiente, cuando madre e hijo se acercaron al aeropuerto madrileño para comprar los billetes del vuelo a Asturias, el primero de la historia del aeródromo castrillonense.

Cuando pidió el billete, la chica que atendía en el mostrador se rió. "No hay aviones a Asturias", les espetó la joven empleada. "Está usted equivocada, sí que hay vuelo a Asturias", replicó Lina muy segura de sí misma. Y la muchacha de Iberia, erre que erre: "Que no, señora, que no hay". Y así un rato, hasta que salió un señor de un despacho cercano, que debía de ser superior de aquella chavala y sentenció: "Pues sí que hay vuelo a Asturias. Es curioso que la gente de fuera lo sepa y nosotros no".

Lina y Alain consiguieron sus billetes, que costaron 1.230 pesetas (7,40 euros) el de ella, 615 el del niño. Una suma muy elevada en aquel tiempo. La protagonista de esta historia ha guardado durante estos cincuenta años los dos billetes, nominativos. Están perfectamente conservados.

El siguiente episodio del relato llegó aquella misma tarde, cuando madre e hijo se dirigían al aeropuerto y, de repente, oyeron a lo lejos: "¡Lina, Lina!". Eran unos amigos de Avilés, unos empresarios, que preguntaron a la mujer adónde se dirigía. "Pues nos vamos a Asturias en avión", replicó. "¿En avión?, pero ¿hay avión a Asturias?", preguntaron sorprendidos. Y como sí lo había, aunque ya tenían los equipajes en el tren y los billetes pagados, se decidieron por la novedad. Dejaron los bultos en el convoy, facturados a Asturias, y se marcharon tan contentos al aeropuerto. "Aquello parecía una romería", señala Lina.

Madre e hijo han viajado muchas veces en avión desde aquella noche en la que "estrenaron" el aeropuerto antes llamado "de Ranón". En diciembre de 2006, cuando se iba a inaugurar el trayecto Asturias-París, la compañía llamó a Alain Fernández y lo invitó a volar. Lo hizo junto a su madre, recordando viejos tiempos. Aquella línea duró un par de meses.

Lina había marchado a vivir a Francia con 9 años. Entonces pudo conocer por fin a su padre, refugiado político y miembro de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. No sabía ni una palabra de francés. Para aprender empezó a ir a un cine de sesión continua. Veía dos y tres veces la misma película. Todos los días. Al cabo de un tiempo, el bueno del portero empezó a dejarla pasar gratis. Así aprendió el idioma.

En 1958, veraneando en Candás, donde su familia regentaba una heladería, conoció a José Manuel Fernández, con quien se casó en 1961, en París. Él fue médico de Perlora. El único médico de Perlora. Tuvieron dos hijos.

Alain, por su lado, se hizo francés a los 18 años y en su cabeza estaba acabar la carrera de Medicina en el país vecino y vivir allá. Pero el 23 de febrero de 1981, viendo por televisión las imágenes del intento de golpe de Estado que protagonizó el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, algo hizo "click" en su cabeza: se dio cuenta de que en España había aún "muchas cosas por hacer". Así que al poco tiempo se vino a Asturias y terminó Medicina, aunque los recovecos de la vida lo llevaron a ejercer otras funciones y, finalmente, a hacerse cargo del Teatro Prendes de Candás, único en Asturias.

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