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La hostelería asturiana pide la cuenta: estos son los números imposibles de un sector que ha perdido el 70% de su facturación en un año

La pandemia ha sembrado la desesperación entre los empresarios de bares y restaurantes — El sector reclama un plan de rescate similar a los de la banca, la automoción o la minería para evitar “ruinas, cierres y paro” en un futuro inmediato

Edén Jiménez, prepara l cuenta en su local de la Ruta de los Vinos de Oviedo. MIKI LÓPEZ

La hostelería está viviendo su peor pesadilla a causa de las restricciones aplicadas para contener la pandemia de covid-19. “El sector está al límite”, señalan fuentes de Hostelería y Turismo en Asturias (Otea), que reclaman un “plan de rescate bien dotado y estudiado, similar a los aplicados a la automoción, la banca o la minería”. Si esa petición no se atiende bajarán la persiana muchos más negocios. Los datos oficiales, que LA NUEVA ESPAÑA publicó el pasado 27 de enero, indican que la pandemia destruyó 4.430 empleos en la hostelería asturiana en 2020 pese a los ERTE, lo que supone el 13 por ciento de los aproximadamente 34.000 empleos que, por término medio, suma el sector en la región. Es una cifra que coincide con la estimación que realizó Otea en marzo del año pasado.

A los autónomos y los pequeños empresarios, que suponen el 90 por ciento del sector (la inmensa mayoría son negocios familiares con menos de tres empleados), no les salen las cuentas. Muchos han agotado o están a punto de agotar “el colchón”, sus ahorros, porque los gastos fijos siguen sumando sin cesar todos los meses: agua, luz, gas, alquileres, nóminas, cotizaciones, impuestos, tasas, hipotecas... Algunos de ellos han decidido tirar de créditos, con la esperanza de aguantar hasta el verano para recuperarse... si el virus lo permite.

El sector se siente maltratado, señalado injustamente, agraviado, marginado. Porque “desde el primer momento” se le culpabilizó de los contagios, “incluso expresamente”, cuando los datos, subraya Otea, indican lo contrario. De nuevo datos oficiales del Ministerio de Sanidad: en Asturias la hostelería y la restauración son responsables de “menos del tres por ciento de los contagios”. Porque la mayoría se registraron “en los centros sociosanitarios y en los domicilios”. En ese orden (en el resto de España son más los contagios familiares). Pese a ello, la hostelería ha sido siempre “la primera en sufrir las restricciones, y la última en salir de ellas”, lo que está suponiendo “un impacto brutal” en las economías de los autónomos, los empresarios.

Otea admitió que el Gobierno del Principado ha sido “más ágil” que los de otras comunidades a la hora de gestionar las ayudas. Pero los 2.000 euros de media del primer bloque y los "algo más de 4.000 del segundo” no dan para resistir el violento impacto de la crisis desatada por el coronavirus. La patronal hostelera quiere que las autoridades españolas miren hacia Alemania, donde se ha bajado el IVA al mínimo, lo que “fomentará la reactivación del sector”. Reclama asimismo la anulación de tasas e impuestos durante los periodos de cierre, y un esfuerzo más a los ayuntamientos para “compensar el IBI”, aunque algunos sí están suprimiendo otros cobros.

Muchos autónomos han agotado sus ahorros y tiran de créditos con la esperanza de aguantar hasta el verano para recuperarse

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Los datos que maneja Otea coinciden con los que aportan varios de los empresarios consultados por este periódico: la facturación ha bajado por término medio entre el 60 y el 70 por ciento en los negocios del sector. Es una situación difícilmente soportable por los trabajadores por cuenta propia y las microempresas, que están, según Otea, “con el agua al cuello”. De ahí el clamor del sector y sus peticiones de auxilio a la Administración. Porque sin ayudas públicas, sin un plan de rescate, los hosteleros están convencidos de que se harán realidad sus temores sobre un inminente futuro salpicado de “ruinas”, “cierres” y “paro”.

Edén Jiménez, haciendo cuentas en su local. MIKI LÓPEZ

Edén Jiménez | Hostelero ovetense

“Si no hubiéramos empezado con el reparto a domicilio, la facturación habría caído un 80%”

La única ayuda que ha percibido, un pago de 4.000 euros, no compensa los costes fijos de un mes

C. LAMUÑO

De las copas a los vermús, de los vermús a los desayunos y de los desayunos a los envíos a domicilio. Edén Jiménez está acostumbrado al cambio, a la evolución constante. Comenzó con 18 años con un local de ocio nocturno y, tras una experiencia de casi una década en la noche, en 2012 decidió abrir un local en la Ruta de los Vinos de Oviedo. Una inversión inmensa. Más de medio millón de euros para comenzar una aventura a la que, hoy, le amenazan nubes negras.

Está sentado al fondo de un local tan amplio como bullicioso. Pero no hay clientes, solo empleados que trabajan en unos envíos que va enumerando casi de memoria “ese va a Toledo”, “ese a Roma”. Y ¿qué le importa a ese cliente de fuera que tenga un local por el que pago 3.000 euros al mes? Se pregunta. La empresa funcionaría igual si pagase uno de 500. Y las cuentas saldrían más fácil. En una libreta tiene sus números. Unas cifras apuntadas a boli negro y maquilladas al haber transformado el negocio. Sus ingresos de 2020 son, aproximadamente, la mitad que en 2019. Pero, explica, “si no hubiéramos hecho lo que hemos hecho”, esto se hubiera desplomado hasta el 20 por ciento de lo que facturaba cuando la normalidad era vieja y normal.

¿Qué le importa a un cliente de fuera al que le hago un reparto que yo tenga un local que me cuesta al mes 3.000 euros? Podría irme de la Ruta y pagar 500 para hacer lo mismo

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El hostelero es sincero: “Este negocio, como lo teníamos hasta que comenzó la pandemia, es inviable. Y no creo que vuelva a serlo nunca, porque el mundo y las costumbres de la gente han cambiado”. Ahora, aunque siguen abriendo la terraza tres días a la semana, viven del envío a domicilio. Para la supervivencia –porque los beneficios, explica, “son cero”– han creado una línea de desayunos y otra de “picnics” que exportan a toda Europa. El hostelero sigue aguantando por sus doce trabajadores, aunque él y su socio no descartan que el final de la historia sea echar la persiana. Para terminar de renovarse le piden al Gobierno una rebaja fiscal, que les permita coger otro local y empezar de cero, pero enfocados en lo que les está salvando ahora. De momento, las cuentas de la ayuda pública les sale fácil, solo han recibido 4.000 euros del Principado. A la del Ayuntamiento ni siquiera pudieron optar, por tener la oficina en Langreo.

El hostelero Manuel Ojeda revisa sus facturas en el bar El Calecho. JUAN PLAZA

Manuel Ojeda | Hostelero gijonés

“Entiendo que se tomen medidas, pero hace falta una exoneración de los gastos fijos”

Asegura que la exención de tasas de agua, basuras y terraza no compensa las pérdidas que registra

Pablo PALOMO

Hay cierta ironía retorcida en la historia de Manuel Ojeda y Lucía Nogueiro, los dueños de El Calecho, un elegante bar situado en la céntrica calle Enrique III, en plena Ruta de los Vinos, en Gijón. Cuenta Ojeda que a él le encanta la profesión, y que a su mujer, Lucía, también, pero que a ella en el pasado “la explotaron”. Razón de más para montárselo por su cuenta. El 2020, el que tenía que haber sido el año de su consagración, está siendo, como para el resto del sector hostelero, su peor pesadilla. Ojeda tira de calculadora, pero no le salen los números. “He perdido todos mis ahorros y tenido que pedir varios créditos”, resume.

La cuenta de su negocio es complicada. Ojeda calcula que abrir el bar le cuesta unos 1.700 euros al mes. Un gasto asumible de no ser por las medidas anticovid decretadas por el Principado para frenar primero la segunda ola de contagios y ahora, la tercera. Sin consumo en el interior, sus posibilidades de ganancia se resumen a ocho mesas en la terraza en una calle que es particularmente fría. Solo el alquiler que paga religiosamente a su casero le supone un desembolso mensual de 918 euros.

He perdido todos mis ahorros y he tenido que pedir créditos; si como se dice somos el problema, lo normal sería que nos cerraran, y me iría un año al paro

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A ello habría que sumarle otros 280 euros cada 30 días para tener televisión por cable en su establecimiento. Un coste que ya no asume porque se ha dado de baja. Poco sentido tiene emitir partidos de fútbol, por ejemplo, cuando hay un toque de queda a las 20.00 horas. No le compensa. La factura de la luz se eleva a 150 euros y la cuota de autónomos es de 288 euros a pagar por duplicado, por llevar junto a su mujer el negocio. Hay gastos sonrojantes, como el canon a la Sociedad General de Autores (SGAE), que es anual. “La suma de todo eso es lo que me cuesta tener el bar, sea abierto o cerrado”, asegura. El Ayuntamiento de Gijón ha exonerado a la hostelería de algunas tasas. Ojeda no paga ni agua ni basuras (200 euros cada dos meses) ni por su terraza (2.400 en pagos fraccionados a lo largo del año).

A todo hay que sumar los gastos variables, como los proveedores. Ojeda asegura que el último mes la factura mensual en este concepto en su particular cuenta de pérdidas y ganancias fue de 3.500 euros. “Entiendo las medidas, pero hace falta una exoneración de los gastos fijos. Ya sea por parte del Gobierno central o por el del Principado”, reclama el hostelero. “Si como se dice somos el problema, no pasa nada. Me voy un año al paro y arreglado”, zanja Ojeda.

Pablo Vega, con su cuaderno de cuentas, en la plaza Carlos Lobo. | MARA VILLAMUZA

Pablo Vega Moreno | Hostelero avilesino

“Cuando haces caja un sábado y ves que hay cien euros es que la cosa va muy mal”

Destaca la suerte que tiene de que el dueño del local le perdone el alquiler en los meses de cierre

I. GARCÍA

Pablo Vega Moreno es un hostelero avilesino de la plaza Carlos Lobo. Y como le ocurre a su sector desde hace casi un año, las cuentas no le salen. Tiene la suerte, dice, de que el dueño de su negocio es consciente de la situación y le ha perdonado las cuotas de alquiler cuando el local está cerrado y se las ha reducido en los tiempos que ha estado abierto, eso sí, a medio gas. “Cuando haces caja un sábado y ves que hay cien euros, la cosa va muy mal”, reconoce este hostelero de pedigrí que lleva casi toda su vida detrás de una barra. “En una época normal, ese era el dinero que había casi al empezar la jornada”, añade, tras repasar cifras y más cifras que lleva anotadas en un cuaderno. Tras percibir la ayuda del Principado (1.500 euros) y estar a la espera de las municipales “que son insuficientes”, teme que la declaración de la renta le suponga otro esfuerzo económico más: “Si el año pasado pagamos 1.600 euros, el año que viene será más porque estas ayudas no son indemnizaciones, son subvenciones y eso se nota”, destaca Pablo Vega, que percibe que su local perdió el último año el 70 por ciento de su recaudación.

Si el año pasado pagamos 1.600 euros en la declaración de la renta, este vamos a pagar más: las ayudas no son indemnizaciones, son subvenciones

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Los ahorros que tenía y conseguidos en el verano de 2019 “ya se gastaron entre marzo y abril de 2020, ya no queda nada”. “Hay que seguir pagando la hipoteca de casa, tengo dos hijas, una menor, los gastos del local que son los mismos de siempre, autónomos y también hay que comer”, apunta Vega, que comienza a enumerar las facturas: 200 euros de luz al mes, el agua y la basura 250 euros al trimestre y los dos recibos de autónomos –el suyo y de su mujer, Marián Tamargo, que también trabaja en el bar– 575 euros al mes y 1.500 euros de terraza sin contar los meses del confinamiento y el cierre hostelero de noviembre y parte de diciembre, que el Ayuntamiento no cobra.

“La facturación de la mercancía de 2020 fue de 50.000 euros pero del beneficio hay que descontar mucho, todos los pagos que hay que hacer, nuestros gastos y que cada consumición que vendes sacas poco porcentaje. Poco a poco, vamos librando, estamos al límite, lo mejor era un confinamiento para cuando salgamos podamos trabajar mejor”, concluyó el hostelero avilesino.

Sesé Fernández Coto, en el interior de su restaurante. | J. VIVAS

Sesé Fernández Coto | Hostelera de Laviana

“Tuve que tirar de la paga extra de mi marido para abonar los sueldos de la plantilla el mes pasado”

La propietaria de L’Albancia considera que las ayudas son insuficientes: “No dan para nada”

Julio VIVAS

Sesé Fernández Coto regenta el restaurante L’Albancia, en la localidad lavianesa de La Ortigosa, desde hace doce años y medio, y a pesar de haber vivido años malos, “sobre todo al principio”, nada es comparable con lo que está viviendo como consecuencia del coronavirus. Tanto, que para pagar el salario de sus empleados el mes pasado “tuve que tirar de la paga extra de mi marido”. Y no solo eso, también se vio obligada a despedir a uno de los trabajadores.

Esta hostelera no tiene problemas en hablar de números. Entre sus gastos fijos mensuales se encuentran alrededor de 500 euros en electricidad, 2.800 de personal y 1.250 euros de hipoteca. En impuestos, “depende, pero lo normal son entre 500 y 600 euros al trimestre”. Esos gastos no varían, pero sí la facturación que, poniendo como ejemplo los meses de diciembre de 2019 y 2020, “hemos perdido entre un 68 y un 70 por ciento”. Y es que las restricciones para intentar contener la pandemia no ayudan cuando se habla de hacer caja. De una docena de mesas, ahora solo cuenta con nueve, y en las que únicamente pueden comer cuatro personas a la vez, cuando antes tenía mesas más grandes. Por eso, Fernández Coto prefiere hablar de comensales: “Antes podía tener entre 48 y 50 comensales en un día bueno que ahora se reducen a unos 28”.

Lo poquito que tenía de colchón ya lo agoté cuando nos confinaron en marzo; los gastos no varían, pero la facturación ha caído entre un 68% y un 70% con respecto al año anterior

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Ante esta situación, que es común en el sector, muchos tiran de colchón, pero este no es el caso de Fernández Coto, quien afirma que “lo poquito que tenía, ya lo agoté cuando nos confinaron en marzo”. Así que otra opción son las ayudas. En este aspecto, la hostelera explica que “fue mejor durante la primera ola, los trabajadores en ERTE cobraban el 70% del suelo y a mí no me costaban nada, además me pagaron el 70% de la cotización, el Principado me dio 400 euros de ayuda y el Ayuntamiento de Laviana también apoyó, y me consta que sigue haciéndolo ahora”. Sin embargo, en la segunda y tercera ola “no ha pasado lo mismo, el Principado nos ha dado 2.000 euros y otros 500 el Ayuntamiento, pero con eso no tengo ni para pagar un mes de sueldos”.

“Si tenemos que cerrar nuestros establecimientos, si esa es la solución, pues los cerramos, pero que nos compensen de alguna manera porque si no se hace imposible”, indica. Y a pesar de todo, asegura que es “muy positiva” y que quiere “tirar para adelante”.

Roberto Valdés, delante de su sidrería. S. ARIAS

Roberto Valdés | Hostelero de Lugones

“Aunque tuvieras 50.000 euros de ahorros, estas tres olas se los llevan por delante sin problema”

Dueño de una sidrería y un pub, se ve ahogado: “He tenido que pedir un ICO de 80.000 euros”

A. ILLESCAS

Roberto Valdés hace cuentas y no le salen. Tiene dos establecimientos de hostelería en Lugones (Siero), un pub, el Bitácora, que permanece cerrado, y una sidrería, La Tayuela, “con una terraza de 12 mesas”, 24 menos de las que tenía solo en ese local. Con eso, las perdidas van en aumento, obligándole a recurrir “a un crédito ICO de 80.000 euros”, que tendrá que empezar a devolver en mayo. Hasta entonces cruza los dedos y espera que la cosa mejore, porque no le queda mucho más a lo que agarrarse: “Aunque tuvieras 50.000 euros de colchón, las tres olas se los llevan por delante sin problema. Da igual que ahorres”, lamenta.

Su drama lo representan perfectamente las cifras. Por ejemplo, de luz, paga actualmente unos 700 euros en la sidrería y otros 200 en el pub cerrado. A eso hay que sumar los impuestos. Según revela Valdés, paga cada tres meses “unos 3.000 euros por cada uno de los locales”. La sangría de los gastos fijos no acaba ahí, continúa con el alquiler de ambos locales, que asciende a otros 1.000 euros mensuales por cada uno de ellos. Por último, el hostelero tiene que hacer frente a los gastos de la plantilla. “Tengo cinco trabajadores, una está en ERTE completo y los otros cuatro a media jornada”. Eso le supone un desembolso de 2.500 euros al mes.

He pasado de facturar entre 25.000 y 30.000 euros por cada uno de los dos locales, a tener uno a cero, cerrado, y otro en el que el mejor mes he conseguido hacer 10.000 euros

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Frente a esto, Valdés da cuenta de un agravado descenso en los ingresos. Explica que, antes de la llegada del covid-19, con ambos negocios a pleno rendimiento, “facturaba entre 25.000 y 30.000 euros mensuales en cada uno”. La comparación es odiosa, pues ahora “uno está a cero y en el otro, llegué a un pico de 10.000 en el mes de diciembre, coincidiendo con las fiestas”. Sin embargo, con las restricciones de enero, estima que se quedará en 6.000 euros.

Esa es la misma cantidad que ha recibido de ayuda del Principado. Algo que, a su juicio, “no da para nada, únicamente para una trimestral”. Mientras, los problemas y las deudas se amontonan. “Solo desde noviembre calculo que he perdido unos 30.000 euros”, asegura el hostelero, que ahora deberá afrontar la devolución de un crédito. A la vista del panorama, al hostelero solo le sale decir que “todo es una ruina”.

Guillermo Sordo, en su local de la villa llanisca. EVA SAN ROMÁN

Guillermo Sordo | Hostelero llanisco

“El colchón del verano ya no existe”

EVA SAN ROMÁN

Guillermo Sordo abrió su restaurante en la calle Manuel Cue de Llanes en marzo de 2020. Pagó 18.000 euros de alquiler por el año que estaba por venir y, finalmente, “aun llevando casi más tiempo cerrado que abierto, la renta está ya abonada” y no hay opción de negociar los 1.500 euros mensuales que paga por el bajo en el casco histórico de la villa llanisca.

Sordo hizo una reforma “importante” en el local que cogió junto a otros dos socios a finales de 2019. Nadie entonces presagiaba una pandemia. Pero fueron capeándola como pudieron y aprovecharon el tirón turístico del verano en Llanes para trabajar “fuerte”. Algo que les permitió hacer “un pequeño colchón que ya no existe”, porque los sucesivos cierres han puesto la zancadilla a los ingresos, pero han mantenido los gastos.

“Contratamos a dos personas por obra y servicio el 1 de julio con la idea de tenerlos hasta el 10 de noviembre. Pero comenzaron los cierres y los liquidamos el día 3 de noviembre. Volvimos a contratarlos en Navidad, pero tuvimos que liquidarlos de nuevo con este nuevo cierre encubierto que solo nos permite atender en la terraza”, explica. Decidió bajar la persiana: “Con las mesas que tengo fuera no es rentable este negocio”, que en el interior tiene capacidad, con el actual aforo reducido, de atender a 24 comensales. Pero los recibos siguen llegando con ingresos cero. “En luz pagamos un mínimo de 220 euros, aunque las cámaras siguen encendidas porque tenemos alimentos perecederos que hay que conservar, el mes que viene sabremos a cuánto sube el recibo; el gas supone 260 euros más como mínimo estando cerrados; el IVA de los recibos de gas y luz suben 200 euros más, y los seguros sociales de los empleados que nos llegaron este mes ascienden, cada uno, a casi 400 euros”.

Abrimos en marzo del año pasado y llevamos casi más tiempo cerrados que abiertos

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Por ahora, la única ayuda que han recibido fueron “2.000 euros del Gobierno del Principado” y durante el tiempo que el estado de alarma obligó a cerrar todos los negocios “recibimos 450 euros mensuales”. Esto último “no podemos recibirlo ahora porque nuestra actividad no está obligada a cerrar, hemos bajado la persiana porque no nos es rentable tener abierto, pero no podemos recibir ayudas pese a tener un mínimo mensual de más de 2.000 euros”. El Ayuntamiento “nos exime en parte del pago de basura y alcantarillado, pero no es una cantidad que nos permita un desahogo importante”.

Fernando Pravia Suárez, delante de su establecimiento, cerrado. S. ARIAS

Fernando Pravia | Hostelero de Grado

“No llegan ayudas de verdad”

SARA ARIAS

La venta bruta anual de la cafetería que tiene el moscón Fernando Pravia Suárez en Grado fue, en 2019, de 259.000 euros. Pero en 2020, el año de la pandemia, la misma cuenta arrojó un saldo muy inferior, 89.000 euros, con el que es imposible hacer a los gastos fijos mensuales que genera el establecimiento. El alquiler, los sueldos y Seguridad Social de tres empleados, las cotizaciones de autónomos de él y su mujer, los consumos energéticos, seguros, televisión de pago de internet y las tasas municipales e impuestos, entre otros. Un total de 10.700 euros al mes.

“El resultado es que yo tuve que poner el dinero estos meses tirando del ahorro familiar, es muy duro, fueron pequeños proyectos con mucha ilusión y se va todo. Te hunde el estado de ánimo”, afirma. El saldo final es que en 2019, el negocio hostelero obtuvo 39.000 euros en beneficios frente a los 13.700 de pérdidas del pasado año. Y 2021 parece que no pinta nada bien. De hecho, este joven empresario moscón no ha abierto el negocio “porque por lo menos no pierdo más dinero”.

Tuve que poner el dinero estos meses tirando del ahorro familiar, es muy duro

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Además, lamenta que no hay apoyos efectivos para sostener al sector hostelero, por ello exige a las administraciones públicas que miren hacia Alemania. “Nadie me quita nada ni llegan ayudas de verdad, allí las ayudas van en función de las pérdidas y es lo que necesita España”. El hostelero cuenta también con otras empresas de espectáculos y orquestas, “un sector en el que directamente no nos dejan trabajar y la situación es catastrófica”.

Las restricciones decretadas para frenar al covid-19 en la hostelería han mermado su capacidad de generar beneficio. Por ejemplo, ha podido mantener las 15 mesas de la terraza con separación, pero, dentro, la barra está anulada y de las 14 mesas habituales solo puede utilizar siete. Y la suspensión del pago de la tasa por ocupación de vía pública, aprobada por el Pleno de Grado el pasado martes, llega, a su juicio, tarde: “Deberían dejar de cobrar el 2020 y ayudar a las empresas en 2021 con los 40.000 euros que hay para ayudas, pero si hay ese dinero hay que dividirlo entre 300... Al final recibes una cantidad que no sirve para mucho”, lamenta.

Pravia quiere aguantar el tirón. Pero le está costando dinero y lágrimas. “Necesitamos más potestad sobre el destino de los impuestos que pagamos”, concluye.

Luis González, en el interior de su local en Castropol. TANIA CASCUDO

Luis González | Hostelero en Castropol

“Quiero pelear hasta el final”

T. CASCUDO

El veigueño Luis González lleva trabajando en la hostelería desde que tenía 17 años de edad, y ahora, con 34, está con el agua al cuello y la mente puesta en el próximo verano, cuando, como muchos de sus colegas, espera ver algo de luz y plata para intentar salvar un negocio (A Casilla) que montó en la localidad de Castropol hace dos años “con mucha ilusión”.

No solo tuvo que cerrar durante el confinamiento que se prolongó entre el 15 de marzo y el 21 de junio del año pasado, sino que le tocó ser epicentro de un brote en pleno mes de agosto, su mejor mes en lo que a ingresos se refiere. Se vio obligado entonces a echar el cierre durante veintiún días y a confinarse, ya que dio positivo por coronavirus. Un palo. Sobre lo que le tocó vivir tiene muchas dudas, pues las pruebas que él hizo por su cuenta resultaron negativas en covid-19 y también las de anticuerpos. Cree que pagó caro ser el primer bar afectado de la zona y que fue víctima de muchos errores.

Mantener su negocio abierto le supone un desembolso medio mensual de 1.600 euros, si se suma el alquiler del local (los dueños no le cobraron los meses de cierre, pero abierto le supone un desembolso medio mensual de 670 euros), un crédito de casi 400 euros que paga por la reforma que realizó al abrir el negocio, la factura de luz e internet (suman sobre 190 euros al mes), la alarma (52 euros) y el coste mensual del recibo de autónomos (364 euros). A todo eso habría que añadir sus gastos personales. Además, hasta ahora solo ha percibido los 1.500 euros de ayuda urgente concedida por el Principado. En resumen: “Desde que nos cerraron en marzo empezaron las deudas y ahora tiro de ahorros con la esperanza de llegar al verano. Miedo tengo, pero de todo se sale. Abrí esto con mucha ilusión y quiero pelear hasta el final”, añade.

En marzo empezaron las deudas y ahora tiro de ahorros con la esperanza de llegar al verano

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Su negocio funciona principalmente a partir de las seis de la tarde, con lo que los límites horarios actuales (cierre a las ocho de la tarde) han “matado” su franja más rentable. El resultado es que por semana haga una caja que ronda los 30 euros al día y durante el fin de semana puede ingresar entre 150 y 200 euros cada día, cuando antes de la pandemia un día de un fin de semana “normal” podía llegar a los 500 euros. “Ahora no tengo ganancia”, precisa.

El veigueño defiende a capa y espada un sector fundamental que considera injustamente castigado: “Los mejores momentos de casi todas las personas están ligados a un bar”.

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