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Una lucha obrera crucial que marcó una época y a la industria asturiana

Y salvaron la siderurgia: tres décadas de la "marcha de hierro" de Asturias a Madrid

Los protagonistas reivindican el espíritu de unión de «toda Asturias» para conseguir el éxito

Algunos de los siderúrgicos y trabajadores de empresas auxiliares el 9 de octubre de 1992, cuando se inició la «marcha de hierro». | | LNE

Ha pasado la friolera de 30 años, y los protagonistas y sus familias siguen recordando aquellos días como si hubieran sido hace nada. La «marcha de hierro» en defensa de la siderurgia integral y pública fue «una movilización histórica». Dieciocho días de caminata hasta Madrid. 500 kilómetros con sol, lluvia y frío, para exigir al Gobierno de Felipe González un futuro para la siderurgia y para Asturias. Algunos «rompieron» por el camino; las agujetas no se sentían porque era muchísimo peor el dolor de las heridas en los pies, y en las cabezas de aquellos 250 siderúrgicos planeaba continuamente la duda sobre el resultado de tanto esfuerzo.

El objetivo último de la histórica «marcha de hierro» era salvar la siderurgia, y que siguiera siendo de mayoría de capital público. Solo lo primero se consiguió. Pero sus protagonistas consideran que la clave del éxito de aquella protesta que resonó a nivel nacional e internacional fue la unión, sin siglas ni ideologías, de toda una región. Y la concentración multitudinaria en Madrid ante el Ministerio de Industria, contra los pronósticos del Gobierno, fue el punto de inflexión.

Ensidesa y Altos Hornos de Vizcaya (AHV) se habían convertido en 1991 en la Corporación Siderúrgica Integral (CSI), y el plan de futuro pasaba por una fuerte reconversión industrial impulsada por el Gobierno de Felipe González y el que entonces era su ministro de Industria, Claudio Aranzadi. El «Plan de Competitividad» contemplaba una reducción de 900.000 toneladas de capacidad instalada y una disminución en las plantillas de 6.400 puestos de trabajo en Asturias, cuando Avilés ya había perdido 9.000 en décadas anteriores.

Y salvaron la siderurgia

Los sindicatos exigían no solo la retirada del plan, sino que se sustituyese por uno de reindustrialización que garantizase el futuro de las comarcas siderúrgicas y de Asturias; inversiones para modernizar las plantas productivas, y mejoras en las condiciones de salida de los miles de trabajadores que debían abandonar la antigua Ensidesa.

Estas exigencias eran las mismas que las organizaciones sindicales venían reclamando desde tiempo atrás, sin que fueran escuchadas. El Gobierno, con el ministro Aranzadi al frente, tenía claro que el futuro pasaba por la reconversión y que la siderurgia acabaría privatizándose.

Fueron muchas las movilizaciones que se desarrollaron antes de la «marcha de hierro». Como la que protagonizaron «los cuatro del gasómetro», que se encaramaron en el colosal depósito número dos de las baterías de coque de Avilés y acamparon durante 10 días. Celestino González, «Tino», Avelino Fernández, Anselmo Alonso y Jesús Rodríguez, «Chus», todos ellos de Comisiones Obreras (CC OO), fueron los protagonistas, y luego recorrerían juntos las distintas etapas hasta llegar a Madrid.

«Nos subimos allí los de Comisiones porque entendíamos que había que apretar más, que había que endurecer las movilizaciones y teníamos que pensar en algo que realmente llamara la atención», relata Tino González. Se bajaron el 2 de abril, el mismo día en el que se celebró una huelga general que paralizó la comarca de Avilés y que culminó con una manifestación multitudinaria. Los sindicatos advirtieron entonces al Gobierno socialista de Felipe González que estaban dispuestos a ir a más.

Y eso fue lo que ocurrió. Nadie recuerda bien cómo surgió la idea de ir caminando a Madrid. «Fue una propuesta que surgió en una reunión sindical creo que en Madrid», dice Tino González. Refuerza este recuerdo Rafael Alonso, entonces en UGT y ahora concejal socialista en el Ayuntamiento de Corvera.

El caso es que de aquel encuentro salieron emocionados los sindicalistas siderúrgicos asturianos y vascos, volviendo cada uno a sus centros de producción a explicar a los compañeros la idea. «No solo gustó, sino que hubo unanimidad. Todos sabíamos que iba a ser muy difícil, pero teníamos que hacer algo que llamara realmente la atención para que todo el país se enterase de lo pasaba, de lo que querían desmantelar», continúa el exdirigente de CC OO.

Rafael Alonso destaca que «en aquel momento había una unión enorme en Asturias, y eso hacía que aún nos ilusionáramos más con aquella propuesta. De hecho, eran tantos los que querían participar que era imposible, no podía ir todo el mundo».

Los sindicatos asturianos se organizaron para distribuirse las tareas y organizar «el viaje». «La planificación fue todo un éxito. Se habló con los distribuidores que surtían el economato y se volcaron con nosotros. Se adquirieron el calzado, chándal y ropa interior, y fueron muchísimas las empresas que colaboraron donando comida, bebida... de todo», relata Rafael Alonso.

Otro grupo se tenía que encargar de organizar los alojamientos. «Dormíamos en polideportivos, y cuando llegábamos teníamos dónde ducharnos, quien recogía la ropa sucia y nos daban la limpia, y contábamos con asistencia de enfermería y médica de compañeros sanitarios de los sindicatos y porque Cruz Roja estuvo ahí, para atendernos en los que hiciera falta», añade el exsindicalista de UGT.

Las anécdotas y los recuerdos se agolpan. «Había un señor que nos daba durante el camino una miel riquísima untada en pan, y oye, aquello era como si nos metieran gasolina», rememora entre risas Tino González. «La peor etapa fue la de Valladolid. Era de las más largas, y yo pensé que si en vez del calzado que nos daban me ponía unos míos ya usados, me vendrían mejor para hacer tantos kilómetros. Iba todo de maravilla, hasta que llegamos a un sitio en el que teníamos que cruzar por un pequeño aeropuerto militar. Nada, eran 200 metros, pero no nos dejaron pasar, y tuvimos que dar un rodeo de 5 kilómetros para bordearlo. Fue matador. Ya cuando estábamos acabando empecé a sentir una cosa en los pies... un resquemor, un dolor... Tuvieron que curarme los de la Cruz Roja, que se portaron de maravilla con nosotros».

Y salvaron la siderurgia

Si la organización fue «una maravilla», el apoyo recibido a lo largo de toda la marcha fue «emocionante y un orgullo». Los dos sindicalistas recuerdan que «todos los alcaldes se volcaron con nosotros. Ahí no había siglas. Hasta Gabino (de Lorenzo, entonces regidor de Oviedo) nos invitó al ‘Desarme’ –la tradicional comida ovetense– en Medina del Campo, y nos invitó otras dos veces más, si no recuerdo mal», añadió el exdirigente de CC OO.

Otras fuentes sindicales relatan que, pese a la postura «intransigente del Gobierno», el Ministerio del Interior, que entonces pilotaba José Luis Corcuera, «se portó, y dio orden tanto a las delegaciones de Gobierno como a la Guardia Civil y a la Policía Nacional para que se atendiera cualquier necesidad y se diera apoyo».

A lo largo de la marcha, los manifestantes recibían «visitas», personas que se sumaban al recorrido y hacían una o dos etapas con ellos. Además, «estaban las gentes de los pueblos por los que pasábamos. Ya no eran los aplausos y los ánimos que nos daban, es que en todos los sitios nos preparaban algo. En uno, al llegar, nos encontramos todo lleno de mesas con bocadillos, bebida y de todo para que pudiéramos recuperar fuerzas y seguir caminando. Nosotros no podíamos, ni podemos tener más que palabras de agradecimiento para todos ellos. En Sanchidrián, que es un pueblo pequeño, los niños no tuvieron colegio y nos dejaron una dedicatoria de ánimo en el encerado. Hubo momentos muy emocionantes y nosotros tratábamos de corresponder dejándoles leche, yogures, y aquello con lo que pensábamos que podíamos devolver al menos en parte la hospitalidad con la que nos acogían», asegura Rafael Alonso.

También hubo momentos duros. Como cuando el ministro de Industria, Claudio Aranzadi, salió en un informativo de la televisión pública después de que se filtrara un informe de la Comisión Europea aconsejando un mayor recorte en la producción y empleo de la siderurgia española. La indignación fue tan mayúscula que los dirigentes sindicales de UGT, CC OO y USO que iban en la «marcha de hierro» aprovecharon la parada en Ataquines para comer y pidieron una máquina de escribir. Redactaron una nota de prensa en la que acusaban al Gobierno de tratar de desvirtuar la protesta, en un intento de hacer creer a la opinión pública que estaba liderada por el ejecutivo español, y le advertían al Ministro que podía tener problemas en Bruselas, pero que podía tener muchos más en Asturias.

Mientras todas las miradas se centraban en los caminantes, los altos dirigentes sindicales en Madrid, Asturias y Bilbao no estaban parados. Durante esos 18 días las conversaciones e intentos de negociación eran constantes, pero sin resultados. Todo se fiaba a la entrada de la «marcha de hierro» en Madrid y si tenía éxito o no.

Y salvaron la siderurgia

Las etapas se sucedieron, y pese a la dureza, nadie quería abandonar. Solo aquellos que por problemas físicos o médicos tuvieron problemas, aunque volvieron para la última, para entrar en Madrid.

Siderúrgicos asturianos y vascos se encontraron en Villalba, para realizar la última etapa y entrar juntos en la capital de España. Las declaraciones del día antes de Aranzadi, asegurando que el Gobierno no iba a ceder, no consiguieron empañar el ánimo de los protagonistas de aquella marcha histórica.

El recibimiento a los caminantes asturianos y vascos fue no solo multitudinario, sino clamoroso. «La entrada en Madrid fue apoteósica, irrepetible. De Asturias habían llegado más de 400 autocares y no sé cuántos desde el País Vasco. Mira que nos habían dicho que iba a ser increíble, pero lo fue mucho más», rememora Rafael Alonso. «Aún me respigo cuando me viene a la memoria».

Otras fuentes consultadas relatan que, según se supo después, «al ministro Aranzadi todo el mundo le decía que había que aguantar, que no sería para tanto. Pero la realidad no fue esa ni mucho menos. Cuando se estaba entrando por Moncloa, se empezaron a unir muchas más personas de distintos sectores. Fue realmente impresionante. Por primera vez, en el Gobierno se tomó conciencia de la gravedad del asunto y de que había que negociar y buscar una solución».

Más de 55.000 personas se «plantaron» delante del Ministerio de Industria, y una representación fue recibida por el ministro Aranzadi, al que se le entregó un documento en el que figuraban las reivindicaciones que provocaban aquella «rebelión pacífica» a los planes del Gobierno.

Después de aquello, la pregunta que todos se hacían era si tanto esfuerzo, tanta unión y tanta solidaridad habrían servido. No se consiguió todo, pero Asturias tiene los dos únicos hornos altos que hay en el país, se consiguieron inversiones y la salida de la plantilla fue ordenada y con buenas condiciones económicas.

Después, en 1995, se constituye CSI Corporación Siderúrgica con tres negocios diferenciados: CSI Planos, CSI Largos y CSI Transformados. Dos años más tarde el Gobierno aprueba la alianza estratégica con Arbed y nace Aceralia Corporación Siderúrgica. En 2001, Aceralia, Arbed y la siderúrgica francesa Usinor deciden fusionarse y crean el Grupo Arcelor, que se convierte en líder mundial del acero. Y en 2006 se produce la opa de Mittal Steel, que acaba en fusión para dar paso a ArcelorMittal, inmersa ahora en proyectos de descarbonización para convertir Asturias en un polo de hidrógeno verde con el que fabricar el acero del futuro.

Pero todos esos avatares, resultado de aquel «Salvemos la siderurgia, salvemos Asturias» son otra historia.

De arriba abajo, la cabeza de la «marcha de hierro» durante una de las etapas; la reproducción de la portada de LA NUEVA ESPAÑA el día que se inició y de una página con la entrada ya en Madrid; cuando los caminantes culminaron la cumbre en Pajares, y el recibimiento a su paso por uno de los pueblos. | | LNE

Y salvaron la siderurgia

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