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DE LO NUESTRO | HISTORIAS HETERODOXAS

El proceso del capitán Palacio

Los "juicios-farsa" con los que el franquismo condenó a los militares que fueron leales a la República, a los que acusó de rebelión armada

El proceso del capitán Palacio

Conozco a Juan Carlos García Palacio desde hace tiempo y me consta que se mueve con soltura en el ambiente, a veces farragoso, de las hemerotecas y los archivos. La prueba son las exhaustivas biografías de los mierenses Diego Suárez Corvín, Fray Paulino Álvarez Robles y Numa Guilhou, que ha completado en estos últimos años. Es una pena que solo se encuentren en unas ediciones artesanales preparadas para los amigos, aunque los interesados pueden consultarlas libremente en algunas bibliotecas e instituciones regionales. Su último trabajo, ya concluido, aborda la vida de Aniceto Sela Sampil, y en cuanto la pandemia lo permita piensa presentarlo en un acto abierto al público.

Juan Carlos es también sargento reservista voluntario del Ejército del Aire y aficionado a la historia militar, así que cuando su abuelo Manuel le habló de su hermano José Antonio Palacio Gutiérrez, capitán republicano fusilado el 5 de enero de 1938, también decidió investigar las circunstancias de esta muerte. En este caso la documentación se encuentra depositada en el Archivo Militar de El Ferrol y no le resultó fácil conseguirla sin tener que desplazarse hasta allí, pero al final ha merecido la pena.

Gracias a su esfuerzo hoy puedo mostrarles a ustedes esta historia como ejemplo de lo que fueron los juicios-farsa con los que el franquismo condenó a quienes se opusieron a su golpe de Estado, acusando de rebelión militar a los que habían hecho exactamente lo contrario: defender la legitimidad vigente en 1936.

El sumario del capitán Palacio es uno más entre los miles que se saltaron los protocolos internacionales en los llamados "años triunfales" y resume las características comunes a todos ellos: inculpación basada en un argumento falso; designación de un defensor títere sin tiempo para preparar sus argumentos; ausencia de testigos a favor del acusado; vista oral exprés y sentencia compartida con otros acusados. Veámoslo ahora.

José Antonio Palacio Gutiérrez, nacido en octubre de 1913 en la aldea mierense de El Pedroso, fue un sencillo jornalero con alguna inquietud política que le llevó a militar en las Juventudes Socialistas y a ingresar en el Centro Obrero de Santullano, donde se encargó de la biblioteca, lo que en aquellos años suponía tener un nivel cultural más elevado que el de sus compañeros. Recordemos en este sentido lo sucedido el 7 de octubre de 1934, cuando en la Agrupación Socialista de Santullano se intentó inútilmente salvar la vida de los jesuitas Juan Bautista Arconada y Emilio Martínez dándoles un salvoconducto y uno de ellos tuvo que redactarlo de su puño y letra porque allí nadie sabía hacerlo.

Desgraciadamente, no les sirvió de nada y los dos religiosos acabaron fusilados frente a la bocamina de "la Coca", pero es seguro que José Antonio Palacio no tuvo que nada que ver en estos hechos, porque se hubiesen mencionado en su juicio. Tampoco su actuación durante la guerra civil parece muy relevante. La resumió en su declaración ante la Comisión Clasificadora de Prisioneros y Presentados de Camposancos, donde se encontraba preso en noviembre de 1937. En aquel momento contó que al inicio de la guerra se había sumado en Mieres al tren de las columnas asturianas que marcharon hacia Castilla, engañadas por el general Aranda, quien traicionó su palabra y no tardó en sublevarse en Oviedo. Desde allí, había regresado por Benavente y, tras armarse en Sograndio, fue destinado a las posiciones que intentaban frenar a las columnas gallegas.

Cuando estas llegaron a Oviedo pasó a la línea Santa María-San Claudio, donde permaneció hasta que en febrero tomó parte en la ofensiva contra la capital asturiana con el grado de teniente en el batallón nº 36 "Borochiloff" integrado mayoritariamente por hombres de la Cuenca del Caudal. Después, a propuesta del comandante Aniceto Rodríguez, ascendió a capitán, siendo destinado al batallón disciplinario de Euzkadi por haber perdido una posición en Castro Alen (Cantabria).

Un mes más tarde se incorporó de nuevo a su primitivo batallón en el frente de Santander, sector de Bárcena de Pie de Concha y luego continuó en la retirada hasta Villaviciosa. Finalmente, el derrumbamiento del frente asturiano le sorprendió en Gijón, pero pudo llegar hasta Avilés con la intención de embarcar para Francia y pasar desde allí a Cataluña, aunque su barco fue interceptado y acabó, como otros muchos asturianos, en aquella prisión de Galicia.

Concluido su interrogatorio, el capitán Palacio quedó pendiente de causa y lo trasladaron a Gijón, donde el 1 de diciembre de 1937 el alférez de artillería Fernando Vázquez Méndez, juez instructor del Juzgado nº 3 de esta villa, dio comienzo a las actuaciones del juicio sumarísimo de urgencia instruido contra él por rebelión militar.

Desde ese momento todo se desarrolló con una rapidez de vértigo. Para no perder tiempo, el mismo día se envió un telegrama al Juzgado de Mieres solicitando con la máxima premura los antecedentes político-sociales que debían elaborar la Falange local y la Guardia Civil locales. A la vez, el juez permanente de Mieres don Ildefonso Camargo Baena se hizo cargo del caso designando como secretario para este trámite al soldado Víctor Manuel Rubio Gil, del décimo batallón de Bailén.

El día 2 se cursaron las correspondientes peticiones y el 4 el comandante de puesto de la Guardia Civil de Mieres ya envió su escrito manifestando que José Antonio Palacio "es de buenos antecedentes. Con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional estaba afiliado a las Juventudes Socialistas, formaba parte en los desfiles uniformado, de los que era organizador, colaboraba en favor de dicho organismo. En los primeros días de la Causa Nacional se enroló voluntario en el ejército rojo con la categoría de capitán ignorándose su actuación en dominio marxista por no haber ejercido el mando en esta localidad". Por su parte, como la Falange tardaba en responder se les instó de nuevo el día 9.

También fueron citados como testigos Daniel Blanco Fernández, vecino de Valdecuna, y don Juan Álvarez Sánchez de Santullano. El primero corroboró el día 11 los informes de la Guardia Civil y añadió que Palacio por su asiduidad al Centro Socialista debía ser jefe de grupo, pero que no era agresivo, aunque él, por ser de ideas contrarias había tenido que permanecer recluido en su casa y por ello desconocía otros detalles sobre su actuación en tiempo de guerra. Mientras tanto el segundo testigo no pudo acudir ya que estaba en el frente como falangista, según justificó el alcalde pedáneo de Santullano.

Como el mismo día 11 también había llegado por fin el informe del jefe de información de FET y de las JONS de Mieres (Vida privada: pasable. Vida pública: propagandista rojo. Conducta: regular), todo fue enviado a Gijón y el 14 de diciembre José Antonio Palacio fue llamado a declarar. Entonces se ratificó en lo que había dicho en Camposancos, aunque aclaró que no había tomado parte en desfiles ni vestido la camisa roja y que dentro de las Juventudes Socialistas no había sido directivo, ya que su cargo era el de vocal recaudador de carácter puramente administrativo. Y con respecto a sus ascensos los explicó por la amistad que lo unía con el capitán Aniceto Álvarez Rodríguez, que cuando fue comandante le hizo a él capitán.

Tras su exposición fue acusado definitivamente de ser "elemento directivo y muy peligroso por sus dotes de organizador" de las Juventudes Socialistas y de haber figurado en "manifestaciones de índole proletaria luciendo la camisa roja" y se designó como defensor de su causa al alférez honorífico provisional del Cuerpo jurídico Militar Francisco Lavandera Uría.

El juicio tuvo lugar el día 17 y el capitán acudió al estrado junto con otros tres procesados. En su alegato, resumido en tres líneas como el de los demás, insistió en que se había afiliado a las Juventudes Socialistas porque era el único centro cultural que había en Santullano, que no había llevado la camisa roja y que se había encargado de la biblioteca.

No se le pudo culpar de nada más, pero daba igual porque todo estaba ya previsto. El juez Fernando Vázquez Méndez dictó sentencia contra los cuatro acusados: tres fueron condenados a la pena de muerte y el cuarto a 20 años de reclusión, ya que no había sido voluntario sino llamado por reemplazo.

En los considerandos finales leemos uno que es especialmente cínico "a efectos de la pena que pueda corresponderles, el Consejo aprecia para todos los procesados la circunstancia agravante de perversidad por su significada actuación y por la trascendencia de los hechos por ellos cometidos"

El día 5 de enero, una vez recibido el visto bueno del Jefe del Estado, se cumplió la sentencia y José Antonio Palacio Gutiérrez fue fusilado cuando tenía toda una vida por delante.

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