Cuando pintan bastos para pensionistas y asalariados, cuando hay un empeño inequívoco por parte del Gobierno en retrasar la edad de jubilación, cuando se pone en entredicho la legalidad de ciertos nombramientos de confianza en la Administración autonómica, irrumpe en nuestra actualidad política el señor Marroquín, presentando su dimisión al frente del IDEPA, uno de los cargos mejor pagados de Asturias, para prejubilarse en Hunosa. El «acontecimiento Marroquín» pone de relieve que la mal llamada «clase política» actúa como una casta privilegiada que no sólo no resuelve los problemas de la ciudadanía, sino que ni tan siquiera se molesta en aparentar respeto hacia los que dicen representar. El señor Marroquín, en su momento, se negó a declarar públicamente su sueldo; hablamos del marido de la señora Sainz, la que se esforzó con denuedo -y con indisimulables problemas con el idioma- para que su adversario político, Gabino de Lorenzo, hiciese público su patrimonio. O sea, Montescos y Capuletos.