Figueras (Castropol),

T. CASCUDO

El pueblo de Figueras acaba de perder, con el final de 2010, uno de sus referentes comerciales: la tienda Casa Alejandro. El negocio cerró sus puertas hace apenas dos meses y su dueño, Alejandro Díaz, concluyó así el último capítulo de una historia de tres generaciones de comerciantes.

El cierre de esta tienda no sólo significa la desaparición de un referente comercial de la localidad, sino que también pone de manifiesto la progresiva decadencia del pequeño comercio de esta villa castropolense debida a la influencia de Ribadeo en los últimos años. No en vano desde la apertura del puente de los Santos, en 1987, el número de tiendas de Figueras se ha reducido a menos de la mitad y hoy apenas si existe media docena de comercios.

La explicación es sencilla: el puente acortó el viaje entre Figueras y Ribadeo en una veintena de kilómetros. Antes era obligado bordear la ría por Vegadeo para llegar a suelo ribadense; ahora, en apenas cinco minutos, los figueirenses están en Ribadeo. La villa ribadense no sólo tiene un nutrido pequeño comercio, sino que dispone de superficies comerciales muy atractivas para los vecinos asturianos. De este modo, los pequeños negocios acabaron por convertirse «en tiendas para despistados pues se vendía a quienes se les olvidaba comprar algo en Ribadeo», relata Díaz, a quien le tocó vivir en primera persona la época de decadencia del negocio familiar.

La tienda de Alejandro fue un ejemplo de comercio mixto en el que se podía adquirir casi cualquier mercancía, y así fue hasta el final.

La casa Fundillón -como se conoce al edificio donde se localiza el comercio- fue comprada por los antepasados de la abuela de Díaz, Isabel López, a principios del siglo XIX. En los primeros tiempos, parte del inmueble funcionó como casino, hasta que se puso en marcha el negocio. Alejandro Díaz no tiene la fecha exacta, aunque dice que cuando su abuela se casó con Ángel Díaz -su abuelo- abrieron la tienda, que recibió el impulso definitivo en tiempos de sus padres, Alejandro Díaz e Isabel Ovejero.

La tienda no sólo fue un comercio mixto sino que también disponía de un local anexo que funcionó primero como sala de baile y después como cine y teatro. De hecho, a Alejandro Díaz le tocó trabajar como operador de cine en este local y aún recuerda los llenos para ver películas de Cantinflas o los clásicos del western. Estas características lo convirtieron en un complejo comercial único en Figueras, ubicado en pleno corazón de la localidad.

Alejandro Díaz hijo estudió náutica y, tras varios años embarcado como motorista naval, le tocó hacerse cargo del negocio, una vez cerrado el cine. Aunque no fue por vocación, al final logró hacerse con la tienda y su clientela y la hizo sobrevivir hasta la primera década del siglo XXI. Su cierre deja un vacío en el pueblo, aunque al comerciante su jubilación le permite un merecido descanso: «Es un negocio muy atado y ahora me estoy desacostumbrando de trabajar».

Este cierre es simbólico para Figueras y marca un momento de cambios en el que se necesitan proyectos e ideas para dinamizar su día a día. La construcción del puerto deportivo y su proyecto de ampliación abren una oportunidad, pero hacen falta emprendedores que se animen a crear actividad en la orilla asturiana del Eo. De momento, Alejandro Díaz ofrece el alquiler de su local.