Diego Fernández Méndez (Tapia, 1952) empezó de forma amateur a estudiar Historia con 20 años. La vida le llevó por otro camino profesional, al sector industrial, pero nunca dejó de investigar para "conocer algo más del lugar donde vivo". Estudió parte de la Historia de Tapia (es coautor del libro "Tapia a través de sus calles") y hoy pronunciará una conferencia sobre uno de sus tantos temas de estudio. Toca hablar de la caza de la ballena en las costas del Occidente asturiano durante el siglo XVII. Lo hará en su Tapia de infancia, dentro del programa cultural de las fiestas del Carmen (21 horas en la Casa de Cultura). Diego Fernández Méndez vive en Puerto de Vega desde 1978, ese lugar "pequeño para ser una villa; casi un Londres para ser aldea", como decía Ramón de Campoamor.

-¿La caza de la ballena fue tan importante para el progreso de la comarca?

-En el siglo XVII fue cuando de verdad se cazaron ballenas en esta comarca. Había contratos entre locales de la zona y entre locales y balleneros vascos. No hay un puerto que no se beneficiara ampliamente de esta caza, que hacía rico a aquel o aquellos que la llevaban a cabo. Hay que tener en cuenta que los balleneros casi llegaron a exterminar a las ballenas que hoy se protegen, ironías de la Historia y del ser humano. Entonces se derretía la grasa del animal, se transformaba en un aceite y con él se alumbraba "la gente común de la tierra". Tenía un fin productivo. Yo cuento lo que pasó entonces. Pero la caza de la ballena, aún tradicional, no tenía nada que ver con los espectáculos que se ven hoy como cultura. Personalmente, no apruebo el ensañamiento con los animales. En todo caso, no es fácil hablar de tiempos tan diferentes y menos aún hacer comparaciones.

-¿Qué nos enseña la Historia?

-A no repetir los errores, a no tropezar en la misma piedra. Parece una perogrullada, pero no se tiene en cuenta. Hay un párrafo de "Don Quijote de la Mancha" donde el protagonista, hablando con Sancho, lo describe muy bien. La Historia nos advierte para el futuro.

-¿Se estudia lo suficiente la Historia local?

-Ahora más que antes. Hubo una época, en los años sesenta, en que la se acabó con muchas cosas, quizás por desconocimiento. Se destruyó mucho patrimonio, mucha Historia de nuestros pueblos. Fue una época de apatía. En los ochenta este interés parece que repuntó.

-¿Y qué tiene de singular?

-Todos los pueblos tienen una Historia particular. Yo investigo sobre mi pueblo y sobre Puerto de Vega, donde ahora vivo. Y creo que estudiar lo local es una estrategia buena porque si todos lo hiciéramos podíamos hacer una Historia de verdad, grande. Debemos estudiar la Historia del país, pero también investigar sobre el lugar de donde somos. A mí me sobrecoge entrar en la capilla de San Esteban de Tapia, donde rezaron mis antepasados. El Occidente es el gran desconocido de Asturias y ya Gaspar de Jovellanos decía que somos extranjeros en nuestra propia tierra porque no la conocemos. Los del Occidente debemos conocer nuestra Historia y dejarla escrita.

-¿Qué anécdotas de la zona le llamaron la atención?

-Haciendo un trabajo sobre la Guerra de la Independencia me interesé por los fallecidos. Fui a la parroquia de Puerto de Vega y en las actas de defunción me encontré con tres personas que habían muerto "en un naufragio". Una de ellas era una mujer. Durante una época se habló mucho de ella, pero como no había certeza ni papeles se pensó que era una leyenda urbana. Es evidente que entonces no era nada común que una mujer fuera patrona de barco. Cosas de la Historia y también de la investigación, ahora sé que es verdad que María Fernández Casadoiro, patrona de un barco, murió en un naufragio. Cuando investigas siempre encuentras cosas que te impactan como esta. Es una emoción muy grata. El Occidente tiene mucha Historia que se desconoce. Esta parte de Asturias siempre estuvo más deshabitada y poca gente se interesó por su trayectoria. Aunque hubo grandes excepciones, claro está.

-Forma parte de la Fundación Amigos de la Historia de Puerto de Vega. ¿Qué intenta impulsar desde el colectivo?

-Lo importante es dar a conocer lo que se investigó. El gran problema del Occidente es que no solemos saber quién hizo las cosas. Ocurre, por ejemplo, con muchas capillas. Pues son partes de la Historia que definen también nuestra idiosincrasia.

-¿Es necesaria más programación cultural?

-Es muy interesante contar a la gente lo que pasó, hacerles conocedores de cosas que investigan las personas. Las instituciones deben, en este sentido, dar la cara, salir, exponerse.

-¿Hay interés de los jóvenes por esa cultura más local?

-Se avanzó mucho, pero todavía debemos hacer más. Ahora es vital que los jóvenes participen en las instituciones culturales. Apenas hay y necesitamos que se atrevan a implicarse.

-¿Qué plus tendría el Occidente si se conociera mejor su Historia?

-Tendríamos más respeto hacia nosotros mismos y hacia nuestro patrimonio. Afortunadamente, parece que las cosas cambian poco a poco. La gente se preocupa por las cosas comunes que hay en el pueblo, por ejemplo. Eso así, seguimos sin explotar nuestra Historia, y ahora hablo de la de España. Yo a veces me pregunto qué pasaría si los ingleses tuvieron un Cristóbal Colón. Le darían más importancia, estoy seguro.

-¿Cómo ve a la sociedad actual?

-Perdida. Siempre pensé que todos los que fueron jóvenes se vieron en alguna ocasión perdidos, pero aún así, era diferente. Hoy no tienes garantías de nada. Tampoco de tus posibilidades en función de lo que profesionalmente decidas ser, en función de los que estudies. A mi generación eso no le pasó.