Los cálculos son sencillos: cada pino puede producir al año unos tres kilos de resina, que la industria adquiere a euro el kilo. Boal dispone de más de dos mil hectáreas de monte consorciado, con decenas de miles de árboles, que podrían servir de sustento a varios trabajadores del sector. Difundir este aprovechamiento, que no causa daños a la madera, es el objetivo de la visita que ayer cursaron dos expertos en resina, y que se enmarcó dentro de las jornadas forestales del municipio boalés. "Es un trabajo con futuro", señaló el equipo de gobierno.
La de resinero es una profesión con mucha tradición en territorios de Castilla y León, que se está extendiendo por Galicia y que apenas ha llegado al Principado. Raúl Vilela, ingeniero forestal, y Francisco José Domínguez, de la Asociación de Resineros Gallegos, impartieron ayer un taller teórico y práctico sobre esta labor, que llamó la atención de los participantes en el foro.
"Consideramos que en Asturias hay mucho potencial, por el hecho de que existe mucha masa de pino de diversas edades, lo que potencia que se pueda alargar el aprovechamiento en varios años", apunta Vilela, que explica que la resina se utiliza en las industrias farmacéutica y alimentaria. Una de las ventajas de este negocio es que el precio del producto se fija para todo el año, "por lo que se sabe que todo lo que se produce se vende, y al precio marcado; es una garantía para el productor", añade este experto.
Francisco José Domínguez se inició en el aprovechamiento de resina a través de un curso y, tras hacer una prueba en su propio pinar, se lanzó a dedicarse profesionalmente a ello, a través del alquiler a propietarios de montes. "Las expectativas que nos plantearon se cumple. Además, es un trabajo compatible con otras rentas, como la miel o las setas, y que cada uno puede organizar según sus prioridades", asegura el resinero, que destaca "la gran masa de monte público" que hay en Asturias. "Personalmente, si te gusta el monte es una profesión a la que se le saca provecho", asevera.
