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Meditaciones | desde Paraxes

Celsa Díaz

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Asturias siempre ha sido más de continente que de contenido. Aquí, cualquier equipamiento cultural debe ser pasmo de las naciones, pero basta recordar los que jamás se utilizaron y acabaron en ruina o derribados para confirmar la anterior premisa. Con el Niemeyer avilesino se llegó al paroxismo. Avanzaban las millonarias obras sin saber cuál sería su utilización, excepto el goce de algunos bolsillos. Ahora, tras diez años de funcionamiento, LABoral, otra inversión estratosférica, cierra sus puertas tres días a la semana y tres meses completos al año. Aparte de la pertinencia o no de este proyecto en nuestro maltrecho Paraíso Natural, es evidente que para concretar esta ambiciosa propuesta eran necesarios plazos largos e inversiones importantes, que se fueron por el sumidero de la improvisación y del mantenimiento de la megalómana arquitectura. La actual directora, Karin Ohlenschläger, pide visión de futuro a treinta años vista. ¡Ay, ingenuidad germánica! En la Consejería de Cultura todavía están llorando de risa.

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