Si algún asunto polariza los ánimos en el occidente costero asturiano es la polémica en torno a la gran obra hidráulica que se está realizando entre el río Navia y Vegadeo. Las discrepancias comienzan en la denominación. Para quienes la apoyan se trata, como dice su denominación oficial, de una mejora del abastecimiento de agua a los municipios del extremo occidental de Asturias. Para los opositores se trata de un trasvase de las aguas del río Navia, para el que han acuñado una denominación, el trasvase de Arbón, en alusión al embalse en el que se captará el líquido.

La obra, que ya está en marcha e incluso avanzada, costará 36 millones de euros. Exigirá construir entre los pueblos de San Pelayo y Arbón, ambos en el término municipal de Villayón, un embalse con capacidad para 25.000 metros cúbicos desde el que el agua, previamente tratada, sería distribuida, a través de una conducción nueva a los concejos de Navia, Coaña, el Franco, Tapia, Castropol y Vegadeo, además de los dos pueblos de Villayón próximos al depósito. Hasta éste, situado en una cota superior en 200 metros al embalse, el agua subirá por bombeo; desde el depósito se distribuirá por gravedad.

Todos los alcaldes de la zona están, con independencia de su signo político, a favor de la obra, que empezó a gestarse durante el Gobierno del PP en Madrid y a ejecutarse durante el mandato socialista, al suscribir su objetivo declarado: garantizar a la comarca en el futuro un suministro de agua abundante y de buena calidad. El alcalde de Navia, Manuel Bedia, del PP, fiel a su estilo, ha sido el más rotundo defensor de la obra, que ha llegado a calificar como más importante para el Occidente que la Autovía del Cantábrico. Izquierda Unida, que no participa en el gobierno de ninguno de esos municipios, ha pasado del apoyo inicial a una posición crítica, adhiriéndose a los postulados de una plataforma, constituida en 2006, que con la denominación Salter-Navia ha emprendido una oposición frontal al proyecto, una de cuyas primeras iniciativas fue la recogida de firmas entre los vecinos de la zona. El pasado 12 de abril Salter-Navia registró en el Ayuntamiento de Navia las 3.000 que había reunido el año anterior. Para este colectivo, que se apoya en un estudio realizado por Tomás García y María Teresa Fernández Clotet, de la Universidad Autónoma de Barcelona, el «trasvase» es innecesario, pues en la zona no hay peligro de desabastecimiento de agua ni ahora ni en el futuro y los problemas que pudieran existir se arreglarían con mejoras en la red actual. Asegura que el proyecto en marcha no respeta el caudal ecológico del Navia, por lo que, además de vulnerar las directivas de la Unión Europea, causaría la ruina definitiva del río. La obra sólo respondería a intereses políticos y urbanísticos. La «marbellización» de la costa occidental sería el motivo encubierto de esa gran inversión pública, de la que el Ministerio de Medio Ambiente aporta el 75% del presupuesto, mientras que el 25% corre a cargo del Consorcio para el Abastecimiento y Saneamiento de Aguas de Asturias (Cadasa).

Salter-Navia no sólo se opone a la captación de agua en Arbón, sino que exige la demolición del propio embalse, que fue construido con oposición vecinal en los años sesenta para el aprovechamiento hidroeléctrico y que actualmente es de Enel-Viesgo, por lo que su propiedad pasaría a la eléctrica alemana E.On si prosperara en sus términos actuales la opa de Enel-Acciona sobre Endesa. Arbón es el último de los tres embalses construidos en el Navia. A diferencia de los de Salime y Doiras, cuyas presas son de hormigón, la de Arbón es de las denominadas «de materiales sueltos» o «de tierra», por la composición del muro de contención. El peligro de estas presas es que el agua rebase la coronación y corra por el talud, arrasando el muro de contención. Con los márgenes de seguridad con los que se proyectan estos embalses se necesitaría para ello una avenida de dimensiones excepcionales, de esas que, como dicen los ingenieros de caminos, se producen una vez cada quinientos años. Es muy difícil, pero es posible, y de hecho ocurrió en 1982 con la presa de Tous, en Valencia, cuyos diseñadores fueron absueltos en el juicio que depuró responsabilidades por aquel desastre. Pero el embalse de Arbón no sólo encierra ese hipotético peligro, sino que es denostado también por los pescadores, que le achacan haber acabado con el salmón en el Navia, pues al estar apenas a diez kilómetros de la costa impide a estos emblemáticos peces subir río arriba para desovar. El biólogo Víctor Vázquez, director de Recursos Naturales y Protección Ambiental con el anterior Gobierno socialista, coincide con los pescadores en propugnar la demolición de Arbón para recuperar el largo tramo de río que va desde este embalse hasta el de Doiras. Pero no ve inconveniente en captar agua del Navia para abastecer a todos los concejos de la rasa occidental asturiana.

La opinión generalizada de los técnicos asegura que el agua que habría que detraer al río Navia para abastecer a los concejos del Noroccidente no mermaría sensiblemente su caudal, ya que la cantidad no sería muy grande -unos 150 litros por segundo- y el Navia tiene un gran capacidad de aporte. El embalse de Arbón, de una capacidad de 38 hectómetros cúbicos -más o menos como la de los de Tanes y Rioseco juntos-, está habitualmente lleno. Pero si el embalse no existiera, habría posibilidades de captar agua en otro lugar del Navia, tal como ha reconocido Jorge Marquínez, presidente de la Confederación Hidrográfica del Norte y de Acunor, la propietaria de la macrotraída.

La piedra de toque inevitable en la polémica es la situación actual del abastecimiento en los concejos que se verán afectados por la obra. Los técnicos coinciden en calificarla de insatisfactoria, ya que, en general, dependen de captaciones muy pequeñas, que son especialmente problemáticas en épocas de estiaje. La unanimidad de los alcaldes al apoyar la nueva conducción refleja, sin duda, sus preocupaciones actuales y sus previsiones de futuro. Incluir entre éstas la probabilidad de que por su parte se vaya a ceder a la tentación de permitir una construcción desenfrenada de segundas residencias sería entrar en un proceso de intenciones.

Más bien habría que centrar el debate en la necesidad de garantizar el abastecimiento de agua, de buena calidad y a precio razonable, tanto ahora como de cara al futuro, porque esa disponibilidad será, sin duda, un factor de localización y de desarrollo, incluido el urbanístico. Algo así vino a decir recientemente en Vegadeo el presidente de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), Severino García Vigón, cuyo apoyo a la obra fue rotundo. Pero esa garantía ha de ser compatible con el más escrupuloso respeto a los valores medioambientales, campo en el que tienen mucho que aportar las organizaciones conservacionistas, cuyas apelaciones a la nueva cultura del agua son muy plausibles y cuya labor de control y vigilancia y, si es preciso, denuncia, por incómoda que pueda ser a veces para algunos, es tan necesaria como socialmente útil.

Desde estos requisitos no habría que temer a la gran red de abastecimiento que se construye desde el Navia hasta Vegadeo ni a su hipotética prolongación futura hasta Valdés y Cudillero para enlazar más tarde, si fuera factible o necesario, con el abastecimiento de la zona central. El objetivo a largo plazo sería contar con una autopista del agua, como Cantabria, aunque con mucha mejor cabecera.

Asturias tiene en el agua uno de sus factores diferenciales más positivos y debe saber aprovecharlo de la mejor manera posible. No debe haber temor a polémicas como la de Arbón -o la de Caleao- si contribuyen a acertar en ese objetivo.