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¿Somos también los profesionales sanitarios víctimas del marketing de nuestra sociedad?

Hace unos dos meses, una paciente de mi consulta me solicitó información sobre la vacuna «del cáncer de cérvix», y también mi opinión. Cuando le pregunté dónde había oído hablar de ella, recibí una respuesta que, a día de hoy, no deja todavía de sorprenderme: había visto un anuncio de la vacuna en el cine, justo antes de que empezase la película. ¿Cómo se estaba haciendo propaganda a la población general de un producto farmacéutico, cuando esta población no puede tener los elementos mínimos necesarios para interpretar la información que estaba recibiendo ni para ser crítica con ella?

Pero lo que para mí, profesional sanitario, era un motivo de escándalo, seguro que no lo sería para mi paciente. Quizá mi paciente se escandalizase más que yo, si supiera que «las publicaciones científicas, la investigación y las recetas de los médicos están cada vez más condicionadas por las técnicas de ventas de la industria farmacéutica». Pero esta afirmación de un reconocido farmacólogo de nuestro país, aun escuchada por muchos de los profesionales que trabajamos en sanidad, no la valoramos en su justa medida los médicos, ni somos realmente conscientes de lo que supone.

Aunque el 78% de los profesionales de atención primaria en nuestro país cree que el material promocional que recibe de los visitadores médicos no condiciona en absoluto su prescripción, muy pocos sabemos que la industria farmacéutica dedica el doble de recursos a marketing que a investigación y desarrollo, y en EE UU dedica a marketing una media de más de 12.000 euros al año por médico (unos dos millones de las antiguas pesetas). Y aunque en España esta cifra ronda «sólo» los 2.500 euros, sería ingenuo pensar que una entidad privada se permitiese gastar esta cantidad tan ingente de dinero, si no le reportara un beneficio económico mayor. Porque no hay que olvidar que el objetivo (muy lícito, por cierto) de la industria farmacéutica es el beneficio económico (la industria farmacéutica es la más lucrativa de las industrias, con unos beneficios mayores que los de banca, telecomunicaciones e informática), mientras el objetivo de los profesionales sanitarios es la salud. Y tampoco hay que olvidar que el gasto farmacéutico no para de crecer en nuestro país, y en este momento supera al 30% del gasto sanitario público, haciendo peligrar la sostenibilidad de nuestro actual sistema sanitario. Baste como ejemplo comentar que un médico de atención primaria de Asturias puede firmar al mes un total de recetas valoradas en más de 6 millones de las antiguas pesetas, dinero que va a cargo de nuestro sistema nacional de salud. Por lo tanto, la «tarta» por la que se pelea cada laboratorio farmacéutico cuando intenta que cada uno de los médicos prescribamos su producto es muy grande y apetecible. Esto explica las cifras tan elevadas que dedican al marketing, algo que debería escandalizarnos no sólo a los profesionales sanitarios, sino a la población general. Y aunque la población general pueda pensar que los médicos somos «inmunes» al marketing farmacológico por «ser expertos» en medicina, los hechos demuestran justo lo contrario.

En este contexto surge No Gracias (www.nogracias.eu), una plataforma de profesionales sanitarios, sin ánimo de lucro, independiente, que pretende sensibilizar al sector sanitario y a la población general para cambiar las relaciones entre los profesionales sanitarios y la industria. Con este propósito es necesario:

Que las instituciones públicas destinen los recursos necesarios para la formación continuada de los profesionales sanitarios que trabajamos para ella, y así no tengamos que acudir, como ocurre, a la formación organizada y subvencionada por la industria, formación que a la fuerza no puede ser objetiva. También les solicitamos un sistema de información terapéutica veraz, e independiente de la industria, que en el esfuerzo de la promoción de sus productos puede llegar a confundir la información con el marketing.

Que los trabajadores sanitarios se comprometan con la independencia y transparencia profesionales en sus relaciones con la industria, y la incompatibilidad con el ámbito privado para los profesionales y gestores que hayan ejercido cargos de alta responsabilidad en el sistema sanitario y la Administración pública.

Que la transparencia se extienda a las asociaciones de pacientes para que declaren públicamente las subvenciones que reciben de la industria.

Que se legisle el marketing que se realiza a los profesionales sanitarios, porque no podemos olvidar que la salud es un derecho, que tiene que prevalecer sobre los principios económicos.

Domingo Ojer es médico de atención primaria y de la Plataforma No Gracias

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