Si no es un espejismo, si no es flor de un día, la unívoca reacción de la clase política ante el atentado terrorista del miércoles en Legutiano (Álava) nos hace renovar la esperanza de que nunca más la lucha antiterrorista vuelva a ser motivo de discordia entre partidos democráticos. Lo realmente nuevo es la posición adoptada por el PP, de la mano de un líder sometido al acoso interior de un pequeño pero ruidoso sector político-mediático empeñado en la demolición de ese líder.

El acoso incluye la impugnación de tal postura de apoyo al Gobierno socialista. Se basa en la absurda sospecha de que Mariano Rajoy está preparando una renuncia a la tradicional intransigencia del PP con el nacionalismo vasco en general y el terrorismo en particular. Y en esa clave se ha interpretado la renuncia de la dirigente vasca, María San Gil, a la ponencia política que se presentará al XVI Congreso nacional del partido.

Hay que ser muy sectario para hacerle a Rajoy un proceso de intenciones tan mezquino y tan inverosímil como el de convertir su apoyo a Zapatero en la lucha contra Eta en una forma de claudicación ante el PSOE.

Afortunadamente, son muchos más los españoles que han saludado este retorno del PP al sentido común. Es completamente lógico después de una legislatura en la que las burradas de ETA y los atajos negociadores habían convertido la política antiterrorista en un insoportable cruce de pedradas entre PSOE y PP.

«Pondré todo de mi parte para que los españoles nos vean juntos, a usted y a mí, para trabajar por la derrota de ETA y para conseguirla», le dijo Rajoy a Zapatero en la sesión de control parlamentario del pasado miércoles. Y no hubo control al Gobierno porque Rajoy y los principales grupos parlamentarios entendieron que, aún con el guardia Piñuel de cuerpo presente, lo que tocaba no era agotar el orden del día, sino recordar a los terroristas que su fanatismo se estrellará siempre en el muro de la democracia y de los demócratas.

Todos a una. Como en la foto del guardia civil y el policía vasco colocando conjuntamente la corona en memoria del guardia asesinado. Como en la manifestación «Por la libertad, contra ETA», celebrada en la tarde del viernes en Vitoria. O como en la mencionada sesión del miércoles en el Congreso, en la que los partidos nacionales y los partidos nacionalistas unieron sus voces para decir a los terroristas que no nos moverán.

Esta vez ETA encontró unidos a los partidos. Gozosa noticia que saludan millones de españoles al margen de sus preferencias políticas. Esperemos que dure porque, como dijo Duran i Lleida (CiU), «que ETA quiera dividirnos es la razón suprema para estar unidos».