Sigo enfrascado en la lectura de mis diarios de hace cuarenta años, cuando luchaba a brazo partido por las calles de París en aquel glorioso mayo del 68.

«¡La imaginación al poder!» veo en una anotación apresurada al final de una página ya amarillenta -los adoquines volaban, apenas era posible rasgar unas frases nerviosas- y la verdad que se cumplió el lema porque ayer la ministra Bibi Aído declaraba: «Seré la mosca cojonera del Gobierno». Ni los estudiantes más audaces del Barrio Latino podrían haber supuesto entonces que el poder llegaría a tener tal grado de consciencia de sus más elevadas funciones.

Todo el mundo le anda dando vueltas a aquella movida de la rive gauche, pero nadie dice lo elemental: fue apenas una pelea entre bandas comunistas; estalinistas contra maoístas, con guarnición de trotskistas, ácratas y dadaístas.

Cómo no, ocurrió en Francia, único país del Primer Mundo donde florecía el socialismo real. No es casualidad, lo acabamos de ver, que sea, aún, el único santuario en el Primer Mundo de una banda terrorista que opera, faltaría más, en el país vecino.

Últimos días de mayo, los más hermosos del año. Llueve en primavera, otra prueba abrumadora del implacable cambio climático. Luna llena, el lobizón acecha enamorado... quiero decir que Rajoy no es capaz de transmitir a los suyos que dentro de cuatro años va a ser presidente del Gobierno según dicta el pacto PSOE-PP: vuelta al eficacísimo turno de la primera Restauración. Obviamente, ese pacto es secreto, así que el líder popular sólo puede insinuar sus venturas, pero en tierra de lazarillos ¿quién se fía de unas frases enigmáticas cuando mengua la bolsa y brillan, temibles, las navajas?

Ya lo dijo Chesterton en «El color de España», ésta es «la patria de la novela picaresca y de la comedia de enredo». Todo está escrito.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente «Canción de primavera», de Mendelssohn).

Sigo enfrascado en la lectura de mis diarios de hace cuarenta años, cuando luchaba a brazo partido por las calles de París en aquel glorioso mayo del 68.

«¡La imaginación al poder!» veo en una anotación apresurada al final de una página ya amarillenta -los adoquines volaban, apenas era posible rasgar unas frases nerviosas- y la verdad que se cumplió el lema porque ayer la ministra Bibi Aído declaraba: «Seré la mosca cojonera del Gobierno». Ni los estudiantes más audaces del Barrio Latino podrían haber supuesto entonces que el poder llegaría a tener tal grado de consciencia de sus más elevadas funciones.

Todo el mundo le anda dando vueltas a aquella movida de la rive gauche, pero nadie dice lo elemental: fue apenas una pelea entre bandas comunistas; estalinistas contra maoístas, con guarnición de trotskistas, ácratas y dadaístas.

Cómo no, ocurrió en Francia, único país del Primer Mundo donde florecía el socialismo real. No es casualidad, lo acabamos de ver, que sea, aún, el único santuario en el Primer Mundo de una banda terrorista que opera, faltaría más, en el país vecino.

Últimos días de mayo, los más hermosos del año. Llueve en primavera, otra prueba abrumadora del implacable cambio climático. Luna llena, el lobizón acecha enamorado... quiero decir que Rajoy no es capaz de transmitir a los suyos que dentro de cuatro años va a ser presidente del Gobierno según dicta el pacto PSOE-PP: vuelta al eficacísimo turno de la primera Restauración. Obviamente, ese pacto es secreto, así que el líder popular sólo puede insinuar sus venturas, pero en tierra de lazarillos ¿quién se fía de unas frases enigmáticas cuando mengua la bolsa y brillan, temibles, las navajas?

Ya lo dijo Chesterton en «El color de España», ésta es «la patria de la novela picaresca y de la comedia de enredo». Todo está escrito.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente «Canción de primavera», de Mendelssohn).