Llevo un tiempo esperando a comprobar si en las revueltas aguas en que bracea el Partido Popular, tienden a un cauce de normalidad, o en su defecto se agiten o desborden más. Ahora mismo puro tsunami. Lo cierto, y en coincidencia con muchos militantes, simpatizantes o simplemente votantes, que a diario me hacen llegar su preocupación, entiendo que la situación cada vez se asemeja al titular de esta opinión: «Titanic». La orquesta sigue tocando mientras el buque se hunde. Los altos oficiales del barco o proyecto siguen saltando por la borda en plena debacle, buscando salvavidas que les alejen del naufragio, buscando tierra segura. El capitán resiste rodeado de sus más fieles, pero el número de amotinados crece peligrosamente. En Asturias sabemos de sobra aquello de «donde no hay panchón, todos discuten, y todos tienen razón», aunque llegado aquí se podría poner el matiz que se quiera, dado que ninguno de los inmersos en todo este cacao, queda, precisamente, descalzo. Las deslealtades andan a la orden del día y los movimientos para acomodarse a la teórica renovación que puede venir se suceden una y otra vez. La preocupación actual de la mayoría no es otra que la de adecuarse en la dirección correcta, ya que en caso contrario les espera el horrible averno. ¿Oposición? Pues esto es lo que reprochan muchos de los que depositaron sus ilusiones en el PP. Ahora mismo, pendientes exclusivamente de sus guerra internas, resulta nula por completo. Y mira que tienen temas, aunque simplemente sea para preguntar o interpelar. El oscuro episodio de los piratas somalíes, que además se niegan a explicar en su justo término Francia nos sigue dando ejemplos constantes. La constantes meteduras de pata de algunos ministros o la intromisión intolerable en los asuntos domésticos de Italia con el problema de la inmigración. Por cierto, no creo que por nuestro país estemos muy lejos de hechos similares. Claro que los problemas los que gobiernan los ven desde una distancia de máxima comodidad, y sobre todo protección personalizada a todos los niveles. El subidón de las tarifas eléctricas previsto para julio y la supresión de la tarifa nocturna, unido a la actual crisis, va a dejar a millones de familias españolas literalmente en cueros. Silencio sepulcral, cuando se supone que deberían alzar la voz en defensa de los diez millones y pico que tanto cacarean, que les otorgaron su voto.

Bueno, esto les viene bien a los dirigentes asturianos, que siguen «amarraos» a su sillón esperando que escampe, pese a sus continuos fracasos. Pero mientras en las alturas sigan con lo de si son galgos o podencos, el personal les olvida un tanto, pese sus constantes fracasos electorales. Por lo que uno observa, e insisto, le cuentan, el desencanto entre todas estas buenas gentes ha llegado a cotas del máximo nivel. Si la catarsis lógica no llega pronto, con clarificación de ideas, futuro, y sobre todo gente nueva que destierre de una dichosa vez los clanes que mangonean desde ni se sabe el todo, pues nada, en 2012, 2016, 2020 los pobrecitos van a seguir viendo los mismos caretos y discursos reiterativos. La grieta en el casco se agranda con el paso de los días, pero la música sigue sonando como si nada. Esfuerzos denodados tendrán que hacer para no acabar en el fondo, a la vez de ir recomponiendo los restos de lo que parece un naufragio en toda regla.