Una vez superada la celebración del «Día mundial de internet» -esa gran impostura acontecida hace poco-, llega el «Día mundial del medio ambiente», que cae a comienzos de junio, y que el Ayuntamiento y la concejala medioambiental, Dulce Gallego, preparan con gran fruición. Pero, que no nos equivoquen: si celebrar internet resulta un broma pesada en España y Asturias, festejar el medio ambiente en Gijón también tiene bastante de chacota.

Grande debe de ser el aburrimiento de nuestros repúblicos cuando tanto crece esta manía de los días mundiales. Fíjense si marran con ello, que al día siguiente de la milonga celebrativa de internet se publicaba en este periódico la carta de un empresario residente en la zona rural que lloraba su falta de conexión con la red de redes, que deseaba, no para ver películas o bajar música, sino para poder sostener su negocio. De bochorno, oigan.

Pues bien, ahora llega ese otro gran concepto que, junto al abusado de «sociedad de la información», provoca también la licuación en las bocas de nuestros mandatarios: «Ecología». Y las libaciones celebrativas se ofrecerán en el Jardín Botánico Atlántico, que nos parece muy apropiado, pues es de lo mejor que tenemos en Gijón. También habrá algo sobre tiburones en el Acuario, y, volverá la fiesta de la Peña de los Cuatro Jueces.

Ahora bien, de lo que no veremos ni una brizna en el «Día mundial del medio ambiente» es la realidad del medio ambiente de Gijón. ¿Dónde está el mapa de ruidos de la ciudad, que tendría que conocerse dentro de unas semanas, según solicitud de la UE? ¿Dónde están los paneles que explican la evolución de toxinas en el aire de Gijón, una de las ciudades más contaminadas de España? ¿Dónde están esos mapas de la Universidad Carlos III que muestran la prevalencia en Asturias de varios tumores del aparato respiratorio? ¡Vamos, hombre!: un poco de sinceridad.

Una vez superada la celebración del «Día mundial de internet» -esa gran impostura acontecida hace poco-, llega el «Día mundial del medio ambiente», que cae a comienzos de junio, y que el Ayuntamiento y la concejala medioambiental, Dulce Gallego, preparan con gran fruición. Pero, que no nos equivoquen: si celebrar internet resulta un broma pesada en España y Asturias, festejar el medio ambiente en Gijón también tiene bastante de chacota.

Grande debe de ser el aburrimiento de nuestros repúblicos cuando tanto crece esta manía de los días mundiales. Fíjense si marran con ello, que al día siguiente de la milonga celebrativa de internet se publicaba en este periódico la carta de un empresario residente en la zona rural que lloraba su falta de conexión con la red de redes, que deseaba, no para ver películas o bajar música, sino para poder sostener su negocio. De bochorno, oigan.

Pues bien, ahora llega ese otro gran concepto que, junto al abusado de «sociedad de la información», provoca también la licuación en las bocas de nuestros mandatarios: «Ecología». Y las libaciones celebrativas se ofrecerán en el Jardín Botánico Atlántico, que nos parece muy apropiado, pues es de lo mejor que tenemos en Gijón. También habrá algo sobre tiburones en el Acuario, y, volverá la fiesta de la Peña de los Cuatro Jueces.

Ahora bien, de lo que no veremos ni una brizna en el «Día mundial del medio ambiente» es la realidad del medio ambiente de Gijón. ¿Dónde está el mapa de ruidos de la ciudad, que tendría que conocerse dentro de unas semanas, según solicitud de la UE? ¿Dónde están los paneles que explican la evolución de toxinas en el aire de Gijón, una de las ciudades más contaminadas de España? ¿Dónde están esos mapas de la Universidad Carlos III que muestran la prevalencia en Asturias de varios tumores del aparato respiratorio? ¡Vamos, hombre!: un poco de sinceridad.