No creo en las casualidades; no creo que Ovidio Sánchez pierda todas las elecciones por casualidad, ni que en los departamentos de la Universidad todos los miembros compartan apellido por un simple efecto estadístico; ni que Llamazares siga ahí a pesar de haber dicho que se iba, o que Valledor considere satánicos todos los acuerdos con el Gobierno regional cuando no le han dado un puestecito; tampoco creo que las cartas que ahora están llegando de la SS (Seguridad Social) anunciando un lamentable error informático que en enero alegró a los jubilados al ver que no les retenían casi nada se deba a eso: un error informático; más bien lo relaciono con el hecho de que ya han pasado las importantes elecciones gallegas y vascas, y el Gobierno del Zapatero patatero necesitaba comprar votos.

Tampoco me creo que sea casual que sindicatos y políticos -es decir, gente que vive muy bien a costa de los demás y no tiene ni puñetera idea de los problemas reales de la gente, ni interés en conocerlos- traten de arreglar el pifostio de Enferbus pidiendo lo más tonto que se puede pedir: la retirada de las concesiones a la empresa; es lógico que quien vive de un salario público, y, por deformación profesional, considera que cuanto más ridículo haga mejor lo está haciendo, piense que sus palabras no tienen consecuencias y que, al igual que los niños pequeños, que estudiaba Piaget, considere que la realidad no está al margen de sí mismo, de su mundo multicolor de fantasía.

Si el empresario de Enferbus no paga a sus trabajadores cuando la empresa va bien y gana dinero, quitándole la concesión, es decir, impidiéndole seguir teniendo ingresos, ¿va a pagar entonces los sueldos? La aplicación de semejante mamonada síndico-política sería justo lo que está buscando el empresariado: el cierre de la empresa y el trabajador jodido. Nuevamente el sindicato y el político bailando con el empresario, ¿casualidad?

Esta supuesta izquierda que, al igual que la antigua derecha, cuando ve un libro pregunta por qué lado se mete en el vídeo intenta nuevamente ayudar al prójimo jodiéndolo aún más; ya se sabe que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones y la mayoría de ellas ha salido de los jibarizados cerebros de nuestros síndico-políticos.

Mientras la izquierda propone que lo mejor es forzar el cierre de la empresa, la derecha, perdida en sus luchas intestinas, no dice nada; la derecha lenense no va más allá de estrenar modelo nuevo cada Pleno y acudir puntualmente a la peluquería; la derecha de Mieres no va más allá de preocuparse por las zonas azules y procurar que todos hablen por voz de su amo; en definitiva, despreocupación, y las Cuencas casi incomunicadas. ¿Casualidad?

Y mientras el otro llora porque le ponen los pinchos fríos, ¿qué pinchos podrá comer esta gente si no tiene ingresos? Claro que eso a nadie le preocupa. ¿Casualidad?

Y ustedes... ¿creen en las casualidades?