Vale la pena comparar estas dos situaciones. Se reúnen el ministro de Fomento, José Blanco, y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y hablan de la Alta Velocidad gallega: plazos, inversiones y fechas de entrada en servicio; pero ¡ojo!, todo ello sólo referido al AVE en sentido estricto. En la otra escena, se reúne el mismo Blanco con el presidente de Principado, Vicente Álvarez Areces.

Hablan de diversos asuntos, pues al asturiano le toca audiencia de pelotón, digamos, y no monográfica (como la del gallego con el AVE). Así, el en mismo paquete entra hasta el pago del desfase presupuestario de El Musel, que al final será mediante crédito de Puertos del Estado (pregunta: ¿por qué Asturias no se merece un apunte presupuestario? ¿Algo razonable lo impide?).

Pero a lo que vamos: en esta reunión hablan de la Alta Velocidad que un día alcanzará Asturias. Sin embargo, quien permanezca a la escucha de la palabra esencial («AVE», naturalmente), escucha más bien «tráfico mixto», «mercancías y pasajeros», «variantes mixtas», «servicio de cercanías», «triple carril», «servicios directos», etcétera. Pero, oiga: ¿están ustedes hablando el AVE, o de todo lo demás que no es AVE? ¿Habló el ministro Blanco con Feijóo acerca de todo ese barullo? Ni soñarlo. El AVE gallego, de Madrid a La Coruña, Santiago, o Vigo, será un AVE puro, sin mixturas.

La mezcolanza asturiana, comenzando por la variante de Pajares y acabando en Gijón, va ser un hecho inaudito en los anales de la Alta Velocidad mundial. Vías de tres carriles, dobles catenarias, infinidad de aparatos de vía para desvíos y demás, circulaciones complicadas, etcétera. ¿De verdad estamos hablando del AVE asturiano? No. El Principado ha bajado definitivamente el listón de exigencias de un modo temible y el Ministerio de Fomento le ha seguido la corriente.