Un tumor cerebral terminó el martes con la vida del senador norteamericano Edward Kennedy, uno de los políticos veteranos y más influyentes de los Estados Unidos. De parecida manera, tras sufrir un infarto cerebral, fallecía este jueves en Madrid Joaquín Ruiz-Giménez, primer Defensor del Pueblo en la Democracia (1982-1987). Falleció en su domicilio de Madrid, a los 96 años, según informaron fuentes de la familia. Joaquín Ruiz-Giménez fue el primer Defensor del Pueblo. Nacido en Madrid, en 1913, desempeñó el cargo desde diciembre de 1982 a diciembre de 1987. Era doctor en Derecho y catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Fue presidente de la Organización Internacional de Estudiantes Pax Romana (1939-1946), embajador en el Vaticano (1948-1951) y ministro de Educación Nacional (1951-1956). Juan XXIII lo nombró experto en cuestiones sociales, jurídicas y políticas, lo que le permitió trabajar en las comisiones del concilio Vaticano II. El Pontífice Pablo VI le designó, además, miembro del Consilium de Laicis de la Santa Sede (1967-1972). Fue también presidente de la comisión nacional española de Justicia y Paz (1971-1975) y estuvo al frente del Comité Español de Unicef (1988-2001).

Pocos dudan de que, aunque los partidos políticos democristianos en los que se integró nunca ejercieron el poder, R-G fue una de las figuras políticas clave en la Transición española, y tuvo una extraordinaria influencia en la política española, precisamente tanto en los años últimos del franquismo como en los años siguientes al franquismo. En 1963 fundó la revista «Cuadernos para el Diálogo», cauce para muchas ideas progresistas de aquellos años del final del franquismo.

Ruiz-Giménez (con G) era hijo de Joaquín Ruiz Jiménez (con J), ministro liberal en el Gobierno del conde de Romanones y alcalde de Madrid en cuatro ocasiones, y militó desde muy joven entre los estudiantes católicos, de cuya organización fue presidente. De sólida formación académica, por cuanto había estudiado Derecho en la Universidad de Madrid y fue presidente de la organización internacional Pax Romana (1939-46), era doctor en Derecho y licenciado en Filosofía y Letras, obtuvo en 1943 la cátedra de Filosofía del Derecho y es titular de la misma en las universidades de Sevilla, Salamanca y Madrid. Director del Instituto de Cultura Hispánica (1946-1948) y embajador ante la Santa Sede (1948-1951) durante las negociaciones del Concordato (firmado finalmente en 1953)... fue nombrado por Franco ministro de Educación Nacional en 1951, e inicia un proceso de reformas de las instituciones docentes; pero hubo de dimitir en 1956 ante las dificultades de su empresa y su enfrentamiento con los elementos más inmovilistas de la dictadura y del Ejército. Durante estos años tuvo a sus órdenes en el Instituto de Cultura Hispánica y como secretario general técnico a un joven Manuel Fraga Iribarne.

Desde entonces fue acercando sus planteamientos políticos a los de la oposición al régimen. Unos disturbios estudiantiles lo enfrentaron al ministro de la Gobernación y pusieron al régimen en un aprieto, que se saldó con su destitución (1956). En 1961, el general Franco lo nombró consejero nacional del Movimiento. En 1963, fundó la revista «Cuadernos para el Diálogo», foro de protesta de los democristianos avanzados, de los que fue cabeza en los últimos años de la dictadura. En 1975, año de la muerte del general Franco, participó en la creación de la Plataforma de Convergencia Democrática desde su adscripción al ala izquierda de la democracia cristiana. En 1977 presentó su candidatura a diputado por Izquierda Democrática, dentro de la Federación de la Democracia Cristiana. Derrotado en las elecciones de 1977, se retiró de la política.

El grupo parlamentario del PSOE, con amplio acuerdo de la oposición, lo eligió en diciembre de 1982 para ser el primer Defensor del Pueblo de España, cargo de nueva implantación en la democracia española; concluyó su mandato el 30 de diciembre de 1987.

Desde entonces, había mantenido un muy bajo perfil de presencia en la vida pública española, y en los últimos años había desaparecido prácticamente. Pero en todos cuantos le tratamos dejó el recuerdo de un hombre exquisitamente amable, de firmes convicciones cristianas y siempre dispuesto a ayudar a toda persona que tuviera una necesidad.