Los adolescentes de hoy son los que sostendrán la sociedad de un futuro no muy lejano, en un par de años serán votantes y alguno llegará a ser empresario o incluso dirigente. Mis alumnos atribuyen el origen de la crisis a los políticos, o a que todos hemos gastado más de la cuenta y ahora nos está pasando factura. Alguno sugiere que la culpa es de «esos que viven de sus padres y ni trabajan ni estudian» (esa generación ni-ni que se ha puesto tan de moda). Aun así, la mayoría confiesa que a ellos la crisis no les afecta directamente, su paga semanal no ha bajado y ni siquiera tienen constancia de que las cosas vayan peor en su economía familiar.

Para todos ellos la solución a la crisis pasa, inevitablemente, por recortar el sueldo a aquellos deportistas como Cristiano Ronaldo, que cobran cifras desorbitadas por un trabajo sobrevalorado, y afirman que éstos deberían repartirlo para acabar con el desempleo. Pero los futbolistas no son los únicos. Pau Gasol tiene asegurados para los próximos años la astronómica cifra de 58.000 euros al día, Brad Pitt gana unos 70.000 euros diarios, es decir, 92 euros por minuto entre películas y publicidad, y recientemente la actriz Julia Roberts ha cobrado 6.000 dólares por segundo (unos 4.400 euros) por una intervención de apenas seis minutos en la película «Historias de San Valentín». Haciendo un sondeo entre mis alumnos de dieciséis años acerca del dinero que reciben de su familia concluimos que su paga oscila entre los ochenta y cien euros mensuales. Así que si todas las cifras antes mencionadas les ponen los dientes largos, a mis alumnos les deja conmocionados la paga de algunos ricos adolescentes: a sus trece años la hija de la cantante Madonna recibe de su madre 8.000 euros a la semana para sus caprichos.

Para concluir nuestro debate varios alumnos formulan la siguiente pregunta: «Si hay unos señores que tienen la máquina de hacer dinero, ¿por qué no hacen más y lo reparten y así se acaba la crisis?» Ni siquiera sonrío ante la ocurrencia. Estoy segura de que en algún momento de mi infancia yo también me pregunté si el señor o señora de la maquinita del dinero no podría hacer billetes de más y acabar con la pobreza. Y aunque ellos planteen una solución inviable, a mi la idea me resulta, al menos, de lo más poético.