Los dos vectores fundamentales en las estrategias de manipulación de masas son, a día de hoy, la salud y la seguridad.

Por estas fechas hace un año vimos cómo actúan en el orden de la salud: convirtieron una epidemia de gripe del montón en un drama planetario. La verdad es que con o sin variante viral la epidemia fue más benigna que la del año anterior, pero todo el mundo se pasó meses hablando de algo que no existía y presa de pánico porque entre informaciones mal intencionadas y errores se llegó a decir que iban a morir 150 millones de personas e incluso más.

Ahora estamos en medio de una ofensiva tremenda en cuanto a la seguridad: el volcán islandés de marras y sus misteriosas cenizas que impiden volar a los aviones de medio mundo. La lista de erupciones volcánicas es interminable y ésta no es en absoluto mayor que muchas de ellas. ¿Por qué entonces una alarma tan radical y generalizada? Si se paraliza el tráfico aéreo se paraliza el mundo. Muchas factorías han dejado de producir porque apenas tienen stock y buena parte de las piezas les llegan por vía aérea día a día. Por algo los terroristas del 11-S atentaron con aviones. Más que destruir los rascacielos símbolo del capitalismo financiero querían dificultar y hasta bloquear los vuelos.

Por cierto, con la gripe, igual.

Quiero decir que en los dos casos de lo que se trata es de impedir la circulación de personas y mercancías, clave del mundo libre.

La gripe sobredimensionada y las cenizas exageradas forman parte de una conspiración contra la mundialización de las relaciones comerciales, objetivo central del movimiento antiglobalización.

¿Quiénes lo agitan? Obviamente los perjudicados por el libre mercado: empresas monopolistas -atención, son mayoría-, sindicatos ligados a esos tinglados, confesiones arcaizantes, nacionalistas identitarios... son capaces de lo que sea con tal de mantener sus injustos privilegios.