Era por mayo, era por mayo, cuando aprieta la calor: arranca el segundo cuatrimestre del año y antes de que se cumpla veremos a Vicente Álvarez Areces y a Javier Fernández con una pancarta que ponga «Suplicamos humildemente que Oviedo sea capital europea de la cultura 2016» y, como por castigo, venga a dar vueltas al edificio de la Junta General del Principado, que ayer mismamente decidió sumarse a la plataforma carbayona que persigue una primacía continental más que merecida.

La lista de los apoyos a la candidatura tiende ya a infinito. Constan inscritos Fernando Alonso, Woody Allen, David Villa, Juan Mata, Javi Villa, Samuel Sánchez, Maranello, la Universidad de Oviedo, una docena de ayuntamientos asturianos, asociaciones de vecinos, grupos culturales, agrupaciones deportivas y colectivos profesionales, como el de los taxistas ovetenses. Incluso la lideresa socialista, Paloma Saiz, que ha visto las barbas de Jorge Fernández León -Laboralman, claro- a remojo, y ya se sabe lo que viene después, se ha apuntado a la movida.

¿Hasta cuándo y dónde el sectarismo y el resentimiento serán más fuertes siquiera que el sentido común y hasta la conveniencia de los propios rencorosos?

El test es luminoso y tiene una gracia a chorros sobre la constatación deprimente de la existencia de una legión de conciudadanos dominados por las pasiones cantonalistas y los rechazos a todo lo que no sea su corto mundo. Muchos o pocos, lo que cuenta es la casta enfermiza que los domina.

La candidatura de Oviedo está lanzada, y no creo que para octubre, en que se realizará la primera selección, aún esté en la Moncloa ZP, que ya se ha pronunciado por Córdoba, que es tanto como hacer trampas en el concurso, porque de su mano depende la suerte de la competición.

Sin ZP en la Moncloa, con apoyos masivos y entusiastas y, sobre todo, con la razón de nuestra parte, ¿quién o qué puede impedir que Oviedo presida la Europa culta en 2016?