Escribo estas líneas en medio de una densa y frenética red de rumores sobre la presumible e inminente dimisión de Zapatero que, tras el gana pierde de ayer en el Congreso -ni siquiera presentó batalla- suspendió de urgencia un viaje a Brasil donde iba a lucirse a cuenta de su Alianza de Civilizaciones.

No me extrañaría nada que diese la espantada siquiera porque ya comió el turrón de las pasadas Navidades fuera de cuentas.

El trámite lo imagino como aquel que firmó Suárez: aparición por sorpresa en televisión -quizá el domingo por la tarde: es su estilo- y, señores, lo dejo y tal y cual y bla, bla, bla. Hasta luego, Lucas.

Entre tanto, ahí está el fuerte recorte de presupuestos, dineros y gastos que es pura improvisación y atropello, por ejemplo, a los pensionistas. Y aprobado sólo por un voto, de manera que contra media España. Y sin un gramo de credibilidad a la hora de la gestión del tijeretazo -una cosa son los papeles y otra las ejecuciones- porque ZP genera una desconfianza oceánica. Así no se puede ir a ningún lado y menos salir de una crisis tan profunda como la que padecemos.

La sesión parlamentaria de ayer mostró con enorme elocuencia que ZP no puede seguir y sospecho que incluso el referido se ha dado cuenta y mira que es campeón mundial en volver la cruda realidad en escena del País de las Maravillas.

Y si no lo ve se lo va a decir bien claro Merkel: ya no sugiere, da órdenes.

ZP es puro pasado como Touraine y Bauman aunque aún un puñado de compatriotas no se haya dado cuenta como tampoco se entera de nada el jurado de turno de los premios «Príncipe de Asturias».

¿Dimitirá el presidente del Gobierno antes de que la atmósfera se enturbie aún más, haya sentencia sobre el Estatut, los Bilderberg se reúnan en Sitges o estalle la guerra de Corea?

El recorte, así, es inútil. El lunes volveremos a las peores andadas si antes no se va ZP.