Mal asunto remar a contracorriente o sin rumbo -o las dos cosas a la vez y mira que es difícil- que es lo que está haciendo el grupo de aparatchik del PP astur que tanto teme a Francisco Álvarez-Cascos porque, ya que virtualmente ganador, amenaza arruinarles el negocio de la derrota que, según rumores que andan circulando por ahí, es aún más sustancioso de lo que se suponía.

Los irreductibles recuerdan a las escenas de la nave de los locos ilustrada por El Bosco, con una diferencia sustancial: y es que éstos fingen la deriva porque suponen que les conviene.

Concretando. El «Día de América en Asturias», cuando daba sus últimos pasos el desfile de les carroces, las agencias, citando fuentes de Génova, dieron a conocer que Rajoy estaba dispuesto a apostar por Cascos para optar a la Presidencia del Principado. Y el pasado viernes, después de la función popular de «L'incoronazione di Poppea», celebrada en el fartódromo, desde Génova se indicó que semejante iniciativa «se sale de la normalidad y no es bueno», que «no sirve para nada y hace poco por el consenso» y que «es competencia del comité electoral nacional» elegir al candidato.

Vamos, que el señalado es Cascos y no Espinosa.

Ciertamente el asunto no está cerrado y los aparatchik piensan, no sin razón, que mientras haya vida hay esperanza. Como, además, en casa Rajoy las cosas van más despacio aún que en palacio, nos pueden dar las doce con el cuento de Cenicienta convertido en las mil y una noches y la carroza del Príncipe con los ejes sin engrasar.

El futuro nunca está escrito, pero no me extrañaría que ya estuviese redactado el borrador para la convocatoria de una votación de la que saldría el candidato del PP al Principado según los sagrados usos de la democracia. Sí o sí, no cabe otra posibilidad.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente la marcha «Pompa y circunstancia», de Elgar).