A mí me parece bien que ese señor que se llama Julián y es australiano haya inventado el Wikileaks, pues por ahí podremos tener conocimiento de hasta dónde llega el control absoluto de los estados, de sus diplomáticos y de sus guerreros...

Julián es nombre de cajista de imprenta («La verbena de la Paloma»), y también fue cajista, o tipógrafo, Pablo Iglesias. Me gusta mucho el maridaje de lo castizo con lo «progre».

Hago rogativas para que continúe esto de descubrirnos las manipulaciones de los estados mayores y pido que se haga extensivo a las grandes empresas y especialmente a los bancos. Que Wikileaks nos descubra más trapos sucios y mangoneos de quienes rigen esos centros de poder que, para despistar, se hacen llamar mercados. (Aquí, en Madrid, las amas de casa que salen a la compra dicen que «van al mercado». En Gijón las amas de casa dicen que «van a la plaza». Es más urbano y más doméstico).

Este deseo mío de que «Wiki» dure y se extienda, es improbable. Julián terminará el día menos pensado atropellado por un camión, o será encontrado muerto en la bañera de su domicilio o desaparecerá sin dejar rastro alguno. Ahora vive en Inglaterra y dice que se va a retirar a pescar.

Que no se le ocurra ir a pescar al escocés lago Ness, porque cuando desaparezca dirán sus asesinos que fue cosa del monstruo.

No se me ocurre más que repetirle lo que las castizas manolas de la «Verbena» recomendaban al cajista de imprenta cuando se metía en líos: «¡Julián, qué "ties" madre!».