La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Catedrático de Literatura Medieval y del Siglo de Oro

Salas, sede de un congreso internacional

Durante siglos el teatro fue el género literario de mayor impacto social. Nacido en Grecia, al calor de la religión (misterios eleusinos), muy pronto se convirtió en el centro de atención lúdica del pueblo que inventó también la filosofía. Teatro y filosofía son dos conceptos de mutua interrelación en la Grecia clásica a la vez que se convierten en los canales a través de los cuales se difundió el pensamiento sobre el que se asienta la cultura occidental. La tragedia fue el género dramático para dar una respuesta a los grandes interrogantes de la humanidad. Esquilo, Sófocles y Eurípides vierten en sus tragedias las reflexiones de Platón y Aristóteles; este último tratará de reglamentar las normas y reglas que han de regular los distintos subgéneros teatrales. Grecia se erige así en la cuna del teatro y de la filosofía.

De Grecia el teatro pasa a Roma si bien se aleja de la filosofía. Plauto y Terencio los dos grandes dramaturgos romanos buscan ante todo y sobre todo la comicidad. De esta manera la tragedia griega da paso a la comedia romana. Estos autores utilizarán todo tipo de recursos para provocar la risa. La obscenidad salpica los parlamentos dramáticos. A partir de Constantino, el cristianismo se convierte en la religión del estado y el máximo exponente de la cultura dominante. Uno de los objetivos de los Santos Padres (patrología latina) es luchar contra la inmoralidad de la comedia. Y lo consigue. De esta manera el teatro grecorromano desaparecerá; sus obras quedarán relegadas a las bibliotecas monásticas o palatinas. Y aquí nos encontramos con una antinomia. La iglesia, que había combatido al teatro grecorromano, se convirtió en su salvación. De esta manera nos encontramos que en pleno siglo X una monja alemana, Rosvita del monasterio de Hildeshein se enamora de las obras de Terencio e intenta imitarlo utilizando su estilo pero eliminando sus obscenidades. Primer intento de cristianizar a Terencio.

El teatro en el mundo románico y anglosajón nacerá de manos de la iglesia. Las catedrales, monasterios e iglesias serán los primeros teatros de la Europa occidental; la iglesia recurrirá al teatro por su gran valor pedagógico. En una sociedad mayoritariamente analfabeta, la representación sensible era el vehículo para la catequesis.

Con la autonomía de las llamadas lenguas vulgares en pleno Renacimiento la creación dramática vuelve los ojos al teatro de Grecia y Roma. Inglaterra de la mano de Shakespeare recurrirá a la tragedia; Francia hará lo mismo con un Racine que canoniza al teatro griego. España no sigue esta orientación. Se buscará la senda de la comedia de la mano de Lope de Vega que instaura la comedia barroca ("Arte nuevo de hacer comedias" con su máxima "como las pide el pueblo es justo hablarle en necio para darle gusto". Miles de obras ilustran esta tendencia. El teatro se convertirá así en el principal recurso de divertimento de la sociedad del Siglo de Oro. El teatro de nuestro Siglo de oro mantendrá, no obstante, la primitiva orientación de ser vehículo ideológico y propagandístico. Es decir, se convierte en un gran poder. Un fenómeno muy difícil de comprender en el mundo de hoy. El teatro de Lope de Vega, según el gran maestro José Antonio Maravall, será una propaganda de la monarquía barroca; la comedia hagiográfica, los autos sacramentales de Calderón son una réplica a la reforma protestante; lo mismo se podría decir del floreciente taller dramático que se escenifica en los colegios de los jesuitas; aquí se formó Lope de Vega y Calderón de la Barca. De esta manera el teatro jesuítico, como la Compañía de Jesús en general, tiene una innegable actitud contrarreformista. Los cánones de Trento, asumidos también por Felipe II, están muy presentes en el teatro de Siglo de Oro español. Igualmente determinadas polémicas teológicas que dividen a la universidad del Siglo de Oro, como la conocida "de auxiliis", se reflejan en el teatro, como "El condenado por desconfiado" de Tirso de Molina. Todo esto nos indica el gran poder ideológico y propagandístico que tuvo el teatro en nuestro Siglo de Oro. Por eso tanto la política como la religión recurrirán a él.

Los días 17 y 18, la villa de Salas, cuna de Fernando de Valdés, fundador de la universidad de Oviedo, será la sede de un congreso internacional que debatirá sobre las cuestiones anteriormente referidas al poder del teatro. Una convención promovida por el Grupo de Investigación del Siglo de Oro de la universidad de Navarra (GRISO) y el Seminario de estudios Medievales y del Siglo de Oro de la Fundación Valdés-Salas; las instalaciones de esta fundación estarán abiertas al público que lo desee.

La clausura del congreso tendrá un colorido local: Homenaje a Falín el Profesor, que fue el "alma mater" de la música a mediados del pasado siglo XX en la comarca salense. A su casa acudían gentes del campo de los concejos de Salas, Valdés, Pravia y Belmonte. Un merecidísimo homenaje lleno de afecto y gratitud a su magisterio y a las decenas de discípulos que formaron aquellas orquestas populares.

Compartir el artículo

stats