En medio del debate sobre los pactos en ciernes para asegurar el buen gobierno de este país, habrá que convenir que, sea cual sea la dirección y el camino a tomar, lo importante es reconocer que hace falta más democracia. Que resulta necesario modificar la ley de partidos políticos para limar las graves desviaciones que han conducido a un modelo cáustico de partitocracia; que hay que cambiar la ley electoral para bendecir un sistema de elección directa, sin listas telegrafiadas desde las sedes centrales que sólo favorecen la sumisión y evitan la disidencia; que hay que darle otra vuelta al modelo territorial antes de que Cataluña se nos vaya de las manos y del conjunto, y apelar a un gran pacto que asegure una sanidad y una educación sin vaivenes ideológicos y que garantice la viabilidad futura de las pensiones. Y, finalmente, nuevas cautelas jurídicas para tapar los resquicios del saqueo de lo público.