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Javier Morán

El cormorán

Javier Morán

No es consciente

Es tremendo el suceso de ese bebé de 20 meses del que "se apoderó" el mar en la costa de Navia cuando su padre y su abuelo atravesaban una zona de la playa de Frejulfe. Hacemos hincapié en el "se apoderó" porque solemos dotar de personalidad monstruosa a las fuerzas desatadas de la naturaleza, pero tengan ustedes por bien cierto que el Universo no es consciente de la existencia de ese niño, ni de ningún otro, ni de uno u otro adulto, ni de ningún semoviente, ni de plantas, ni de bacterias, ni de virus. Llamamos naturaleza a algo que no tiene idea de sí misma, lo cual a algunos les parece antinatural. Y, lo que es peor, los dioses otorgaron a los humanos la capacidad de asombro y estremecimiento ante la naturaleza desbocada, y por ello algunos pensadores han distinguido entre los conceptos de lo bello y lo sublime. Así, las olas de un día corriente pueden ser bellas, pero la tormenta descomunal resulta sublime. Y esa capacidad de admiración -tan poética y estética como poco práctica- conduce asimismo a que los humanos admiren las estrellas, hermosos reactores nucleares en diferentes fases de su evolución. Fuego cósmico tan atractivo como el fuego terráqueo; como aquel del Vesubio hacia el que corrió Plinio el Viejo gritando "la fortuna favorece a los audaces", pero poco después caía muerto, medio intoxicado, medio infartado. Su sobrino, Plinio el Joven, dulcificó el tránsito de su tío afirmando que "más tenía el aspecto de dormir que de estar muerto", pero el hecho es que el Vesubio se había "apoderado" de él. Por cierto, respecto al mar en estado crítico -y aun cuando está en calma-, nunca aprenderemos bastante de esos individuos que lo tratan a diario, hombres de mar por uno u otro motivo. En cuanto a la familia del bebé, nos duele de verdad lo sucedido, precisamente porque nos imponemos a la naturaleza.

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