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Cien líneas

Prendes

Allá por las constituyentes de Cádiz el arzobispo candamín Alonso Cañedo Vigil presidió las Cortes. Fue, salvo error, el primer asturiano en tal alta magistratura si de la nación política hablamos como es el caso. Le siguieron, dentro de nuestra saga astur, el catedrático de la Universidad de Oviedo Felipe Vázquez Canga; Andrés Ángel de la Vega Infanzón, que entre mil ocupaciones destacadas se dice que era espía; el carbayón José María Queipo de Llano, quinto conde de Toreno -el diputado más joven, más rico y más radical ¡olé!- el general tinetense Rafael del Riego, el arzobispo allerano Antonio de Posada Rubín de Celis, el divino riosellano Agustín de Argüelles; el economista somedano Álvaro Flórez Estrada, el noble maliayo Pedro José Pidal, el hacendista carbayón Alejandro Mon, el jurista llanisco José Posada Herrera, el historiador y diplomático Francisco de Borja Queipo de Llano, séptimo conde de Toreno; el diplomático Alejandro Pidal y Mon y, ya en la pasada centuria, dos grandes juristas gijoneses, Melquíades Álvarez y Torcuato Fernández Miranda. Pues ahora, según parece, le toca al abogado tránsfuga playu Ignacio Prendes. Como es 18 de julio no quiero cargar las tintas pero la lista indica que en el siglo XIX Asturias era una potencia política de primer orden; en el XX, ni la mitad de la mitad y en esta nueva centuria y milenio las carambolas ciudadanas pueden convertir a un desconocido en el contexto nacional en la encarnación de la tercera magistratura del Estado.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente la sonata "Los adioses", de Beethoven).

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