Rajoy está solo. Pero aún así, en minoría parlamentaria, con la oposición aguardando para asestarle el golpe definitivo y Cataluña en llamas, puede aún manejar sus cartas. Una de ellas es blandir la amenaza de la prórroga presupuestaria ante el PNV que últimamente parece más preocupado por el independentismo catalán que por mejorar el cupo vasco: mayor financiación y nuevas inversiones. Prorrogar el presupuesto sería muy contraproducente para sus intereses.
Pero Urkullu se ha ido alejando de la conveniencia del pacto con el Gobierno por miedo al contagio separatista. No quiere encontrarse, a la vuelta de la esquina, con el papelón de los convergentes catalanes representantes de la burguesía, engullidos por el avance de ERC y a rebufo de un grupo antisistema. La amenaza de Bildu y Podemos le arrastra de nuevo a planteamientos de tipo soberanista que parecía haber olvidado.
Sin cuentas Rajoy quiere dar a entender que no habrá más legislatura y sí convocatoria de elecciones, y a ponerse nuevamente en manos de los votos de los españoles y del cálculo. Cataluña lleva 5 años con sus políticos empeñados exclusivamente en lo mismo: urdir una secesión. El Gobierno de España ha tenido, mientras tanto, que dedicarse a buscar una salida a la crisis económica a la vez que se enfrentaba a la corrupción interna del partido que lo sostiene.
La tensión electoral acumulada ha sido considerable, con un año prácticamente de parón institucional por culpa de la indefinición en las urnas. Pero si el PNV, que era la última esperanza de sacar adelante el presupuesto, echa el freno, Rajoy tendrá que ir pensando en otras cosas como situar al PSOE entre la disyuntiva de apoyarle o exponerse al voto cuando aún no ha iniciado el despegue.
