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Autor de ocho libros sobre bosques, árboles y naturaleza de Asturias. | Miembro del RIDEA

Luz apocalíptica

Las consecuencias de una acción siniestra de la mano del hombre en espacios de alto valor ecológico

Una antigua ordenanza de Alfonso X, que por algo lo llamaban "El Sabio", en las Cortes de Valladolid (año 1256) decía: "Que no pongan fuego para quemar los montes, e más que otra cosa las encinas. E al que lo fallaren faciendo, que lo echen dentro".

Los habitantes de buena parte de Asturias nos levantamos ayer sorprendidos porque no había amanecido. Mi hijo pequeño protestaba preguntándome por qué le estaba despertando si aún era de noche. Más extrañado al salir de casa y ver que esa noche artificial olía a chamusquina. Le expliqué que era por los incendios forestales, y entonces llega la pregunta: "¿Y por qué queman el bosque?"

Ayer la sociedad urbana de Asturias y Galicia estaba alarmada por ese ambiente irreal de luz en plena mañana, como bajo un filtro sepia oscuro que remeda a un apocalíptico invierno nuclear. Pero esta lacra de los incendios forestales está ahí año tras año, sin que preocupe excesivamente a gran parte de los urbanitas. Fue significativo el comentario de un locutor de una radio local, cuando decía a las 9 y cuarto de la mañana: "Los vecinos de Oviedo se han levantado hoy sorprendidos ante la falta de luz natural y el olor a quemado: no se preocupen, pues es debido a los incendios forestales".

Después de muchos años recorriendo bosques (mis ambientes predilectos), fotografiándolos y escribiendo sobre ellos, sigo sufriendo cada vez que veo alguno arder. Es cierto que el bosque cantábrico natural es relativamente resistente a ellos y que la mayoría de los incendios afectan al peyorativamente llamado "monte bajo" (matorral) y a cultivos forestales, que no son bosques (eucaliptos y pinos), pero la situación es igualmente muy preocupante. Por un lado, ese "monte bajo" es importantísimo: se trata del estadio previo a la regeneración natural del bosque, albergando gran cantidad de árboles jóvenes, y además está protegido por directivas europeas (brezales y matorrales atlánticos). Por otro lado el incendio trae consigo erosión y empobrecimiento del suelo, que a veces llega a anular para siempre la posibilidad de que vuelva a desarrollarse un bosque en la zona.

En este acto de terrorismo que se está produciendo en Galicia y Asturias todo estaba muy premeditado. Los incendiarios sabían que desde la tarde del domingo se esperaban fuertes vientos, tras unos días de aires del sur que trajeron calores y ambiente muy seco y prepararon el monte para su fechoría. Llegaba el momento perfecto para ello. Me hace gracia que todavía se siga hablando de que la mayor parte de los incendios "parecen intencionados": ¡qué ingenuidad!.

Arden Galicia y Asturias. Lo peor los muertos, cuatro de momento, cuyos momentos finales prefiero no imaginar. Decenas de evacuados, protección civil recomendando que la gente permanezca en casa, clases suspendidas, fábricas paradas, turismo rural que estará afectado por años en sus negocios de casas rurales, etc... Desde consideraciones naturalistas se trata de puro terrorismo. En estos momentos desconozco lo que se está quemando en Galicia, aunque sospecho que las zonas de valor ecológico real son las áreas de matorral y la zona de los Ancares, pues en otras imágenes lo que veo arder son sobre todo plantaciones de eucaliptos y pinos (insisto que yo no llamo a eso "bosques"). Sin embargo en Asturias la situación es más grave desde el punto de vista ecológico. Los montes que ayer ardían en Cangas del Narcea, Ibias y Degaña (Larón, La Viliella, Sisterna, etc) son de los más valiosos de Asturias en lo que a valores naturales se refiere. Poblados de osos, lobos y urogallos, algunos de ellos son corredores biológicos y de paso entre otros montes, conectando poblaciones de especies en extinción. La joya de nuestra corona forestal, Muniellos, estaba ayer cercada por el fuego, y eso me hiere aún más el corazón. Muniellos es un lugar muy especial para mí: es la esencia del bosque cantábrico primigenio, en el que viví buena parte de mis emociones más intensas en la naturaleza cantábrica, y que me motivó a dedicarle dos libros (y otro en elaboración). Pese al desastre en sus fronteras, tengo esperanza en que resista, pero también miedo a que no sea así. Los robledales de solana de Muniellos sí son uno de los bosques cantábricos naturales susceptibles al fuego, al abundar en su sotobosque un matorral de uces, brezos y hojas marcescentes (secas) en los árboles...

Volviendo a la pregunta de mi hijo, las explicaciones tradicionales hablan del afán de crear pastos por algunos ganaderos, recalificaciones de terrenos, plantaciones, etc. Pero ¿quién sabe las turbias y siniestras razones que pululan por esos cerebros sin alma? Lo cierto es que, lamentablemente quedan impunes, a diferencia de otros terroristas. Hace tiempo que habría que tomarse todo esto en serio de una vez desde el punto de vista policial, legislativo, penal y judicial. No olvidemos que además del daño natural hay muertos y daños en el patrimonio y vidas de la gente.

Han pasado 800 años desde los tiempos de Alfonso X El Sabio, pero adecuando su sentencia al siglo XXI, ojalá caigan los culpables y les echen dentro... dentro de los peores calabozos por decenios, y que ardan entre las llamas del desprecio de la ciudadanía...

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