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Descubriendo regalos donde sólo se ven inconvenientes

El testimonio de una madre con un niño de 3 años con síndrome de Down

Si algo me conmueve hondamente es ver personas -y sobre todo niños- con necesidades "especiales". Hace unos días tuve una conversación con una madre que tiene un niño de 3 años con síndrome de Down y una niña de uno normal, sin ninguna limitación. Me decía lo que le dolía comprobar que la niña se desarrollaba normalmente y mucho más rápido que el niño, y que había momentos en que se le hacía muy duro, especialmente cuando la niña comenzó a caminar mucho antes que el niño, y con mucha más fuerza y seguridad. Decía que su corazón de madre se le rompía y el dolor de ver a su niño y su limitación empañaba la alegría de ver crecer a su niña.

Me confesaba que llegó un momento en que trataba de tomar fotos de su hijo buscando el ángulo adecuado, o con los ojos cerrados o para "disimular" en cierta manera y que no se notaran tanto sus diferencias características. Pretendía que los viéramos iguales cuando en realidad era ella misma la que no lo estaba haciendo. Me decía que aún no sabía hacerlo, y que aún ahora? no siempre lo logra.

De pronto un día el niño, que sólo balbucía hasta ese momento, la llamó: ¡mamá! Y ella comprendió de golpe la belleza de su hijo en lo que él era, con sus peculiaridades y sus circunstancias, inherentes a su condición cromosómica. De pronto aprendió a amarle tal y como era, sin desear que fuera de otra manera y sin compararlo con nadie, ni siquiera con su hermanita. Desde ese momento ama a cada uno de sus hijos tal y como es y trata de disfrutar de ellos en el presente -sin imaginar el futuro ni agobiarse por ello- y ha aprendido que nuestra definición de amor es muy pobre y sólo nos sirve si encaja en nuestros parámetros y nuestras planificaciones de todo? incluido cómo tienen que ser nuestros hijos o las personas que nos rodean. En cuanto salimos de nuestra planificación y perdemos el control nos ahogamos y nuestro amor no funciona, luego no es verdadero amor, o no es amor en su pleno potencial.

Acabó reconociéndome que daba gracias a Dios, porque tener un niño con necesidades especiales había aumentado el amor en su familia y había mejorado la calidad y la autenticidad de ese amor. Me decía -con lágrimas de alegría en los ojos- que su pequeño con síndrome de Down era como un catedrático de la mejor humanidad, que les hacía poner los pies en la tierra continuamente y valorar cada pequeño logro, y disfrutar cada sonrisa, y que lograba que aflorara en cada situación lo mejor de cada uno. Su sencillez y su absoluta transparencia son una llamada continua a la autenticidad, a la generosidad y a la alegría del momento presente, a la libertad absoluta de vivir sin dobleces ni recámaras, siendo feliz él -es un niño muy alegre- y haciendo felices a todos.

¡¡Qué equivocados estamos a veces!! Con frecuencia tenemos la capacidad de confundir lo que es un regalo con una carga y un pesar. Revisemos nuestra vida, porque casi seguro que tenemos en ella regalos por descubrir y alegrías por desenterrar y disfrutar. No cataloguemos a priori de "desgracia" o de "problema" las circunstancias difíciles o adversas. Tengamos serenidad para mirarlas con cariño y tratemos de descubrir lo bueno que encierran.

Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.

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