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El paso del trapero

LABoral

Una reflexión sobre la política cultural en Asturias

Se encuentra disponible la publicación digital "LAB+10" -http://www.laboralcentrodearte.org- que conmemora una década desde los inicios en 2007 de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, y reúne diez años de trabajo, con más de 200 producciones realizadas en este decenio -desarrolladas en la Oficina de Proyectos, a través de convocatorias de becas de producción, residencia y exposiciones-, de loas cuales 98 son proyectos realizados por artistas asturianos. Con textos de Karin Ohlenschläger, Pau Waelder y Susanne Jaschko y quien esto subscribe, analizando la repercusión del Centro en la esfera internacional, nacional y local. Aquella primavera de 2007, la normalidad del arte asturiano se vio interrumpida por lo extraño, por lo anormal, un acontecimiento que algunos habíamos esperado y hasta propiciado. Arrancaba una nueva máquina de producción y exhibición con un claro componente tecnológico. Lo anormal puede entenderse en este caso como lo diferente, como ruptura de un tiempo homogéneo, como acontecimiento, pero, también, referido a lo extraño y peligroso.

Entre la autocrítica y la crítica necesarias a esta década de creatividad en LABoral, entre las exigencias, por parte de algunos sectores, de flagelación pública para quienes compartimos el proyecto o los requerimientos, de otros, de ruptura, con reminiscencias del ludismo, de todo cuanto suene a arte tecnológico y el momento póstumo en el que algunos afirman que vivimos, hagamos frente a la afirmación "esto es lo que hay y no hay nada que hacer" que se ha instalado como un mantra en nuestra sociedad. Esta falta de acción, ese "yo" que nos aísla en vez de conectarnos, que nos pide esperar, no intervenir, no es más que una forma de impotencia de la sociedad en general y del mundo cultural en particular. Porque al final la pregunta es: ¿Vamos a dejar en manos de los arquitectos del poder nuestras vidas, nuestras aspiraciones?

El capitalismo ha penetrado en todas las esferas de la vida pública y privada, un desmelenamiento sin complejos, un desmantelamiento de las condiciones dignas de vida sin el menor pudor. Como reacción se cae, en muchas ocasiones, en propuestas populistas, intervenciones públicos de lo más diversas e injerencias de lo político en lo cultural, o reivindican la vuelta a una cultura desconectada de la tecnología y globalización para reafirmar su identidad. A ello se une la desencarnación de una conciencia social y cultural, la privatización y externalización, la desafección de lo público, la precariedad, el mobbing, un relato opaco que se ha vuelto costumbre más que excepción.

En ese sentido, más que "Pentágono" del arte asturiano, deberíamos hablar de una red más amplia, de colaboración, fortalecer los lazos, entrelazarnos, pensar que "yo sí puedo hacer algo". Debemos potenciar la masa crítica o la micro crítica, luchando para que no suceda que la noche se instale en nuestra vidas y no sepamos reconocer la claridad. Para abandonar esa oscuridad hay que asomarse, sumarse a la multitud. No necesitamos héroes pero si conexiones, ideas, intercambio, proximidades al lugar, sabiendo que ya no tiene ninguna lógica la pertenencia.

Debemos crear dispositivos de encuentro que a nada nos obliguen, que nada impongan, espacios de los que entrar y salir según nuestras necesidades y posibilidades, según nuestra biografía. Ya no cabe diferenciar entre filósofos, ingenieros, escritores, artistas, gestores, interpretadores, soñadores, sino que todos debemos comunicar experiencias, compartir y luchar, entrelazarse, sin miedo para vencer el miedo. Y LABoral sigue siendo un espacio válido para "okupar" el conocimiento, para decir que no estamos de acuerdo, para inventar otros modelos y formas de funcionar. Pero sin recursos, sin apoyos, pronto nos extraviaremos en la niebla, desapareceremos en la calima de los desencuentros, sin siquiera reconocernos.

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