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El cogollu

Un corazón sensible para gloria de Gijón

La muerte de Francisco Prendes Quirós me produce un pesar singular. Con él desaparecen unos recuerdos entrañables y con él se marcha un gijonés irrepetible, como bien describió Pedro de Silva. Fue uno de los hombres más agudos que he conocido y un preclaro heredero de la Hermandad de las Luces gijonesa, cuya paternidad él mismo atribuía a Juan Ramón Pérez Las Clotas.

Observador, perspicaz, ameno y culto, con un incomparable don natural gijonés, estaba impulsado por un corazón sensible que le falló cuando menos lo esperaba. Su cultura, su prestancia y su saber sin distinción lo elevaban por encima de sus tertulianos habituales. Hombre de salón, más de mesa que de masa, con una innata elegancia interna, irradiaba distinción y representaba el espíritu de un Gijón familiar y castizo.

Creo que, en lo más profundo, lo esencial para Paco no eran la República ni la política, sino su familia y su ciudad. Aquel espíritu noble y desinteresado que ya conocí curtido por la vida daba lugar a cierto histrionismo como para que se dijera: "Cosas de Paco". Lo mejor de Prendes Quirós era su lenguaje y su estilo, que lograba la perfección en su espontaneidad. Como exalumno de los Jesuitas había leído demasiado para ser marxista y representaba como nadie el ala burguesa de los socialistas, con tanto éxito electoral en su Gijón del alma.

Me temo que siempre sufrió un hondo problema de sinceridad ideológica y a su vocación tuvo que unir la deficiencia política de su aislamiento, que empezó en una asamblea en El Coto que frustró su candidatura a la Alcaldía en favor de José Manuel Palacio. Fue tal su expresión, libre de fingimiento, que él mismo contaba con humor que casi acaba con el PSP en una tarde. Le correspondió presidir un congreso en Madrid y dio la palabra a todos los que arengaban en contra de la línea oficial que defendía José Bono. Uno de los regalos con que me obsequió fue el libro "Bono con todos", en el que el entonces presidente de Castilla-La Mancha aparecía fotografiado de todo, excepto de obispo. El año pasado en Gran Canaria pude saludar a José Bono y me presenté como asturiano y amigo de Prendes Quirós. El frío rictus del exministro socialista dejó claro que no le hacía gracia la cita del viejo compañero. Paco, en cambio, reía a carcajadas al hablar del manchego.

De todos los encuentros con Prendes Quirós guardo un buen recuerdo. En estas horas añoro al conversador, amigo, confidente y contertulio en el Café Central con un Dry Martini, mano a mano con Juan Ramón Pérez Las Clotas. Dos gijoneses en las antípodas ideológicas: uno, con su imagen final ante un retrato de Tierno Galván, y el otro, ante uno de Franco; y ambos hermanados por Carreño y Gijón.

El último obsequio de Prendes Quirós fue un estudio titulado "Las Clotas, un apellido francés para gloria de Gijón", que arranca en 1851 en Argandenes (Piloña) con José Las Clotas Peláez y concluye en Gijón con la muerte del alcalde gijonés José Servando Ruiz Gómez y Carbajal. La historia de ese Gijón le apasionaba.

El gijonismo queda algo huérfano sin Francisco Prendes Quirós. No gozaremos más de su gloriosa incorrección ni en las tertulias ni en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA, aunque siempre podremos releer sus artículos y tomar un Dry Martini, o dos, a su salud en el más allá.

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