Las manifestaciones populares del pasado sábado 24 de mayo, en las que cientos de miles de ciudadanos se manifestaron pacíficamente por las calles de toda España, ha hecho saltar las alarmas en la izquierda española y en sus terminales universitarias.

Leer a un supuesto experto constitucionalista hablar de la preventiva ilegalización de Vox, a raíz de estas manifestaciones pacíficas, genera cuando menos hilaridad, cuando este mismo experto justifica la grave restricción de derechos que supone este estado de excepción encubierto se mantuvo sordo y mudo ante la llamada a asediar sedes de Vox en Andalucía por el actual vicepresidente del Gobierno, silbaba mientras la prensa afecta al régimen perseguía votantes de Vox en sus domicilios de Marinaleda, o miraba hacia otro lado ante los enaltecimientos a terroristas en pleno estado de alarma, como el de Patxi Ruiz que asesinó al edil Tomás Caballero.

La tranquilidad del sueldo público, poco vinculado ya a la productividad académica de uno, el favor del régimen político dominante y el ocaso profesional suelen propiciar salidas de tono, como la propuesta de ilegalización de un partido como Vox, que es precisamente quien más insiste en que se aplique la Constitución Española en los términos en los que está redactada y no en base a las ensoñaciones comunistas de Pablo Iglesias, que ha pasado de pretender su derogación a tenerlo como libro de cabecera para conciliar el sueño todas las noches.

Es comprensible que alejados hace tiempo del estudio, quienes han sido apoyo intelectual y social del comunismo, traten de iluminar su ocaso académico antes del retiro definitivo, con declaraciones altisonantes más propias de la irreflexiva discusión en twitter que de un sosegado análisis de la realidad. Pero es poco edificante para nuestra sociedad que personas a las que se supone cierto prestigio intelectual utilicen atalayas mediáticas, más por inercia que por lo que puedan aportar ya socialmente para arremeter políticamente contra el partido que más agresiones y boicots ha sufrido recientemente.

Recuerdan los alumnos que el catedrático abogaba por la defensa y derechos de las minorías, para contradecirse ahora, y proponer ilegalizaciones, quizás por el efecto narcótico del retiro dorado.

Difícilmente escucharemos a los catedráticos afectos al régimen de izquierdas cuestionar decisión alguna, emanada de un gobierno de ineptos, pues al pollito que disfruta del calor bajo la pechuga de la gallina, le preocupa más el frío que perecer aplastado para el enorme peso de su madre.

El constitucionalismo es propio de las democracias liberales, es liberalismo puro, en cuanto a defensa de libertades individuales. No lo digo yo, lo dicen Loewestein y hasta Bobbio o Habermas, poco sospechosos de ser terribles ultraderechistas. Sin embargo, las constituciones creadas para la defensa de las libertades son más difíciles de ver en las dictaduras comunistas, que observar a Drogon, Viserios y Rhaegal, cruzar los cielos de nuestro Paraíso Natural. Veremos antes en Asturias a los tres dragones de la simpar Daenarys, de Juego de Tronos, que un régimen comunista respetando las libertades y derechos fundamentales de sus ciudadanos.

La vinculación entre el comunismo y el constitucionalismo fue forzada por la enorme debilidad de un partido político que en la transición participó en la redacción de la Constitución Española por la altura de miras de quienes entonces detentaban el poder. Un acto de generosidad, que nunca se hubiera producido de haberse dado la situación inversa, pues no existe ejemplo alguno de generosidad política en la redacción de normas constitucionales allí donde domina la extrema izquierda.

Siempre me ha sorprendido la cantidad de comunistas que genera nuestra universidad. Comunistas que luego hacen grandes carreras, y no me refiero con ello a brillantes, tanto en la propia Universidad, llegando a ser catedráticos, como en los gobiernos de turno alcanzando hoy vicepresidencias y Ministerios como el de Consumo. La Universidad Española tiene un serio problema, pues licencia a un número creciente de comunistas tanto en derecho como en economía, cuando se ha constatado que es el peor sistema posible para aportar bienestar a sus ciudadanos. Unas facultades de Economía que siguen ancladas en el determinismo matemático de los comportamientos sociales, y que otorgan la excusa perfecta al comunista de turno para creer que la economía de un país puede regirse con cuatro reglas matemáticas.

Un futuro de libertad y esperanza se abre cuando los españoles empiezan a someterse más a la razón que a la autoridad de un gobierno prolijo en la mentira y las normas absurdas.

La obediencia es debida a un gobierno de justos y capaces, mientras tanto la protesta ciudadana está más que justificada, pese a que en esta ocasión no la amparen quienes disfrutaban viendo patear la cabeza a un policía nacional, quienes denominaban el escrache jarabe democrático, quienes animaban a salir a cazar fachas o quienes alentaron los asedios a los parlamentos.

Quien se mantuvo silente entonces y pide ahora la ilegalización de Vox, es mejor que siga en silencio y disfrute de su ocaso académico, profesional y vital, en paz y tranquilidad, la suya y la de los demás.