Más de dos terceras partes de los 181,10 kilómetros cuadrados del concejo de Gijón pertenecen a las 25 parroquias que componen su zona rural, a menudo ninguneadas por las administraciones debido a la capacidad de absorber inversiones que tiene la ciudad. Esta extensa área, que suma alrededor de 25.000 de los casi 272.000 habitantes empadronados en el municipio, cuenta con una gran diversidad social y económica. Hay enclaves eminentemente residenciales, como Somió y Cabueñes; algunos donde predomina una actividad agrícola y ganadera, como es el caso de Lavandera y Ruedes; y otros que están estrechamente relacionados con la industria, como Poago y Monteana. Aunque, en menor o mayor medida, todos combinan al menos dos de esas tres almas y se enfrentan a un gran problema común: la falta de mantenimiento de muchos terrenos, públicos y privados, debido a la escasez de manos que puedan asumir esa tarea.

Ante esta carencia en aumento, la alcaldesa, Ana González, emitió en febrero un bando en el que instaba a todos los dueños de fincas a limpiar, a partir de este mes de junio, sus fincas por los graves trastornos que supone el abandono para el tránsito por los cientos de caminos y carreteras que vertebran el área periurbana, bajo amenaza de multa en caso de incumplimiento. Un anuncio que enfadó a los vecinos, fundamentalmente por dos motivos. Por un lado, alegaron que un número considerable de propietarios no disponen de capacidad para afrontar estas labores debido a que tienen una edad avanzada o escasos recursos económicos. Y, por otro, explicaron que muchas de las parcelas con maleza son de titularidad municipal, es decir, denunciaron que el Ayuntamiento no predica con el ejemplo.

El gobierno local ha sido sensible en parte a estas reivindicaciones y, hace unos días, anunció que se hará cargo del desbroce de todos los terrenos particulares, pero a cambio de que sus responsables sufraguen después el coste de los trabajos y de que ese dinero se destinará íntegramente a mejoras en las parroquias. Solución que tampoco ha satisfecho a todos los afectados, tal y como quedó reflejado esta semana en el consejo de distrito de la zona rural, con presencia de la Regidora y del concejal delegado, José Ramón Tuero.

Esta falta de cuidados de los terrenos de la zona rural no es cuestión baladí porque afecta de lleno a la conservación del pulmón verde del concejo, que además de residencia de muchos vecinos es un generador de riqueza y calidad de vida por sus parajes naturales, su riqueza etnográfica y su diversificada oferta hostelera. El reto debe afrontarse por lo tanto con una interlocución pausada entre todas las partes implicadas que permita elaborar un plan a largo plazo. Sólo así se podrá atajar el problema de raíz.