A la hora de afrontar nuestros problemas más urgentes e importantes, desde los que tienen que ver con la salud hasta los del empleo y el bolsillo, ¿nos paramos a pensar alguna vez en qué sería de nosotros si no estuviéramos en Europa, si no fuéramos miembros de la Unión Europea? 

Si, tenemos una idea general, pero este es un buen momento para concretar un poco. ¿Qué pasaría con las vacunas, ahora que hay noticias prometedoras? Y sobre otros asuntos, ¿damos por hecho que contaríamos con ayudas regionales, específicas para nuestras necesidades? ¿A alguien le cabe en la cabeza que, fuera de la UE, habría un fondo de Reconstrucción como el que hay desde julio? ¿O que tendríamos esa liquidez infinita del Banco Central Europeo gracias a la que nuestra economía sigue respirando? 

Seamos conscientes: fuera de Europa estaríamos en la ruina.

Y lo digo al tiempo que celebro -con las cautelas necesarias- las novedades de que la vacuna contra la covid-19, el resultado de la colaboración de BioNTech-Pfizer, anuncia un 90% de efectividad, y la vacuna de Moderna, un 94,5%. Ambas se basan en la tecnología del ARN mensajero. También están en desarrollo avanzado las de AstraZeneca y Johnson&Johnson.

Me detengo algo más en la primera. BioNTech-Pfizer es una cooperación entre Alemania y EEUU apoyada por la UE. Es el resultado de la apuesta por la innovación por parte de la Comisión Europea, que participa en COVAX -un acuerdo de acceso equitativo a las vacunas- junto a la OMS, la Alianza por las Vacunas y la Coalición para las Innovaciones y la Preparación ante Epidemias. La colaboración público-privada es un gran motor de cambio; únicamente con inversiones inteligentes podremos salir de la crisis. Y la inteligencia se traduce en decisiones: los emprendedores de BioNTech son de origen turco, alemanes de segunda generación en un país que sabe atraer talento. ¡Qué diferencia con tantos jóvenes científicos españoles que deben irse, no por vocación o ganas, sino por necesidad! 

Seguimos con este caso, porque es muy ilustrativo. En junio, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y BioNTech celebraron un acuerdo de financiación de deuda de 100 millones de euros. Pfizer había rechazado las ayudas federales de EE UU por las complicaciones y trabas burocráticas que acarreaban. Ya es difícil para los científicos encontrar una solución viable a la vacuna como para que las Administraciones pongamos aún más trabas con un papeleo excesivo. 

¿Nos paramos a pensar alguna vez en qué sería de nosotros si no estuviéramos en la UE? Seamos conscientes: fuera de Europa estaríamos en la ruina

El 9 de septiembre, la Comisión Europea concluyó unas conversaciones exploratorias con BioNTech-Pfizer con vistas a la adquisición de una posible vacuna contra la covid-19. El 11 de octubre, la Comisión aprobó un cuarto contrato con BioNTech y Pfizer que prevé la compra inicial de 200 millones de dosis en nombre de todos los Estados miembros de la UE, además de una opción para solicitar hasta 100 millones de dosis adicionales, que se suministrarán una vez que una vacuna ha demostrado ser segura y eficaz. Los Estados miembros pueden decidir donar la vacuna a países de ingresos bajos y medios o redirigirla a otros países europeos.

Así que muy de acuerdo con lo que dijo la comisaria de Salud, Stella Kyriakides: “Este es un ejemplo muy revelador de lo que la UE puede lograr cuando trabaja en conjunto, como Unión, y un ejemplo de lo que una futura Unión Europea de la Salud podrá ofrecer”. Nosotros, en el Parlamento europeo, nos tomamos muy en serio la inversión en salud. En el presupuesto plurianual que se acaba de acordar hemos conseguido que se triplique el dinero dedicado a EU4Health, el primer programa de salud paneuropeo. Y hemos asumido el compromiso de que la salud será uno de los asuntos principales en la Conferencia sobre el Futuro de Europa. 

A diferencia de la vacuna de Moderna, la de BioNTech-Pfizer necesita estar conservada por debajo de -70° C. ¿Tendremos la tecnología adecuada y a tiempo para transportar esa vacuna a -70ºC por toda Europa? El reto logístico es grande, pero se puede resolver. Los laboratorios están acostumbrados a trabajar con esas temperaturas, y no será difícil acondicionar flotas de aviones ahora muy poco ocupados para que asuman el transporte y la distribución. 

Y como hace falta frío -más o menos, pero hace falta- para el almacenamiento, hay que estar muy atentos y aprovechar infraestructuras ya existentes, adaptándolas. En esto, Asturias puede jugar un papel importante, porque cuenta con instalaciones en las que se puede usar nitrógeno para el enfriar, como declaró la semana pasada Borja Sánchez, consejero de Ciencias, Innovación y Universidad, al valorar la propuesta inicial del sindicato minero SOMA-UGT de acondicionar los pozos mineros asturianos para almacenamiento a temperaturas muy bajas.

Así que este es mi mensaje de hoy: Europa cuenta en nuestras vidas, y mucho, aunque no siempre seamos conscientes; la ciencia y la innovación son vitales para salir de la crisis, y debemos simplificar la burocracia para facilitarles la tarea a los investigadores; la colaboración público-privada es una fórmula que da excelentes resultados; y hay que aprovechar al máximo las infraestructuras que tenemos, porque forman parte de las soluciones creativas que necesitamos para hacer frente con más garantías a la crisis y avanzar hacia un futuro mejor.