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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Don Quijote en el Occidente

Si Cervantes acometiese hoy la escritura del “Quijote” situaría a su personaje principal en los caminos del occidente de Asturias, donde enormes aerogeneradores conquistan el promontorio en busca de los mejores vientos, a modo de gigantes de un centenar de metros de elevación y más de ochenta de envergadura entre pala y pala, de tal manera que a sus brazos abiertos no alcanzaría lanza alguna en astillero. Y habría de enfrentarse a ellos el ingenioso hidalgo con dispar suerte de armamento, tal vez una onda o un mísero tirachinas, pues no existió pica en la memoria bélica de la antigüedad que alcanzara a punzar las extremidades móviles de seres que dejan en minúsculo al gigante Briareo, con el que quiso pleitear Quijano antes de sumar a su legión de achaques una sonora costalada.

Se nos llena la comarca occidental de molinos de viento de avanzada tecnología que en nada se parecen, ni en apariencia ni en hechura, a los que agitaba el vendaval manchego, donde Dulcinea era Sarita Montiel y el yelmo de Mambrino un pañuelo anudado en las puntas para proteger de la solanera en las labores agrícolas.

Y no es mala cosa el invento, si el canon eólico revierte en los ayuntamientos que ceden su suelo y sus mejores aires a las grandes empresas energéticas que han enterrado el carbón de las térmicas y se disponen a producir electricidad encendiéndole velas a Eolo, para que les llene a ráfagas cardinales la faltriquera.

El negocio del viento remonta el vuelo y esos nuevos aires provocarán que la montaña occidental divise su horizonte cubierto de cruces alineadas a modo de humilladero. Y mientras, aquí seguimos de las musas al teatro, que “el año que es abundante de poesía suele serlo de hambre”. Región de quijotes esta, que contempla, narcotizada, cómo la transición ecológica torna en necrológica.

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