Hace ya mucho que la partida entre el independentismo catalán y el Estado español está en tablas, pero los jugadores mueven peones como si aún estuviera viva, justamente para no moverse ellos. La denegación de inmunidad a Puigdemont parecía obligada, incluso sin entrar en el fondo. Sin embargo, gracias a esta escaramuza menor, el Gobierno puede sacar algo de pecho (aunque sin pasarse), y Puigdemont seguir haciendo carrera como “exiliado”: todos contentos. A la vez se mueven otras fichas, como la muy justificada del Magistrado Llarena pidiendo a la UE que se aclare sobre el alcance de la euroorden, o el entra-sale de los presos de Lledoners. Son jugadas en el centro del campo, muy lejos de las áreas, y habría que añadir: felizmente. El conflicto se encuentra de facto en un armisticio, sin expectativas de paz ni amenaza de fuego real. Un clima sin clímax, que confiemos dure.