Sin ánimo de voltear las campanas de gloria antes de tiempo, puesto que la pandemia no ha sido erradicada y se hace preciso mantener en estado de revista las alertas defensivas que coronan las almenas del sistema, convengamos en que habrá que empezar a gobernar en otras direcciones, a plantearse de inmediato que hay vida más allá de a la vuelta de la esquina del afán por mantener a raya el covid-19.
La situación sanitaria general se estabiliza; se reduce el número de fallecimientos hasta situarse en cifras prácticamente testimoniales; la presión hospitalaria mengua; las unidades de cuidados intensivos comienzan a despoblarse y el avance imparable de las campañas de vacunación auguran que la penumbra se despeja. Algunos expertos le ponen ya fecha al abandono de la mascarilla y la Administración europea mete prisa a los distintos países para disponer cuanto antes del “pasaporte covid”, salvoconducto en el que se basará la reactivación del sector turístico, clave para la recuperación económica de España y también de Asturias, territorio que será receptor en los próximos meses de un tipo de viajero que no busca aglomeraciones, restaurantes repletos ni atascos, sino destinos saludables en áreas naturales protegidas de todo contagio.
La pandemia no ha sido derrotada, pero sí rechazado su último ataque. Los gobernantes, estatales o autonómicos, tienen ahora la obligación de desviar importantes esfuerzos a la reconstrucción, a incentivar la recuperación de los sectores económicos más castigados. Una vez considerados los servicios de salud no solo como parte de las políticas sociales, sino también como escenario de la seguridad nacional, llega el momento de ponerse a trabajar. Clausurada la época de los lamentos, llega la hora de la gestión.
