En Santa María del Puerto, pueblo ejemplar, ejemplo popular, acogieron a un príncipe en octubre de 1990 y recibirán a un rey tres décadas después. El actual titular de la Corona visitó Somiedo cuando ya dominaba las alturas del cargo y en una de las paradas del cortejo, en casa de Sabino Marrón, ganadero y entonces concejal socialista, en medio del agasajo, “empapizose”. Tras inaugurar el mirador que lleva su nombre en la braña de La Peral, el heredero del cetro fue invitado a chorizo, jamón, lomo y cecina con pan de escanda. Cuando el anfitrión le tendió la bota de vino, Don Felipe apuró el sorbo y se atragantó. Para compensar el apuro, Lola, la hermana de Sabino, le ofreció un trozo de brazo de gitana, casero.
Le ofrecieron después un pitillo, que el ilustre visitante rechazó. No así Pedro de Silva, entonces presidente del Principado, que lo acompañaba en la visita, tal vez en la sapiencia de que la felicidad se basa en el equilibrio entre la virtud y el vicio. Minutos antes de su marcha, Don Felipe acarició a un bebé de cuatro meses, una niña, hija de dos padres muy emocionados por la deferencia: Dorita Fernández y Juan Menéndez. Curiosidades del destino, de lo cual queda refrendo en fotografías de prensa de la época, aquella criatura se llamaba Leticia y hoy será una treintañera.
