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JC Herrero

Yolanda y Pedro “el cariñoso”

La relación entre el Presidente y su vicepresidenta

Los opinantes no deberíamos cojear de inclinaciones ideológicas en los pronunciamientos, qué menos. Pese a la introducción, gobernar un país como España con una macedonia de partidos cuyas señas semejan satélites girando alrededor de la piel de toro tiene su mérito, y eso lo hace el roce y el cariño. Esquerra, Bildu, Compromís, Podemos, Junts, PNV y toda la cohorte con la que hay que lidiar presupuestos, los económicos e ideológicos, ya exige cariño.

Pedro Sánchez nos sorprendió cuando anunció, al declarar el estado de alarma, que nos encerrásemos a cal y canto. Eso sí podíamos bajar las mascotas a mear. Con ese detalle se granjeó el cariño de, como mínimo, veinte millones de votantes. Los guajes tenían los parques clausurados, pero él amaba a las mascotas, al menos se podían aliviar, todo un detalle.

Una persona cariñosa se demuestra andando. Pedro Sánchez tiene una cadencia al andar muy elegante, nos recuerda a Obama también cariñoso donde los haya, sin ser tan besucón. Quizás el gesto más reiterado de cariño lo ejerce el presidente hacia su segunda, Yolanda Díaz, es evidente que se quieren políticamente. ¿Quién se resiste a una galleguiña melosa? No es cuestión de belleza externa. Si repasamos las imágenes de sus encuentros, clavan la mirada. Incluso los ojos de Díaz tienen un brillo especial. Las manos se van instintivamente a las mejillas como adueñándose de la persona presidencial, en paréntesis. Si estuviesen en Argentina se darían un beso corto en los labios, ahí está bien visto, incluso entre chicos. A ver si aprendemos.

Y eso, mal que nos pese es cariño. Es igual que los ávidos reporteros capten capciosamente ese feeling que no se aprecia en otros ministros. Por ejemplo el de Interior. Qué falta tiene de un asesor de imagen y sobre todo del quiéreteme de toda la vida. Ya se podemos besar a discreción. Tanto Yolanda Díaz como Pedro Sánchez tienen belleza interna, y las miradas no engañan, con flashes que no dejan de pillarles en arrumacos políticos, así de sencillo. No busquemos tres patas al gato. Haría falta en el hemiciclo la antropóloga Margaret Meed para derribar mitos e insinuaciones. En política también hay cariño verdadero sin más rollos. ¿Qué insinúan?

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