Opinión | QUITAR

La bicicleta y Oviedo

Una apuesta por la movilidad sostenible

Ayer, 3 de septiembre, se celebró el día mundial de la bicicleta. Después de la infausta celebración de la semana de la movilidad en 2020, con el pintado de carriles bici provisionales que fueron el hazmerreír de toda España, el ayuntamiento de Oviedo no ha vuelto a hacer nada por un cambio en los modos de movilidad en la ciudad. Ha presentado un ambicioso proyecto de cien kilómetros de rutas ciclables, que es un brindis al sol y, además, con un concepto equivocado del trazado de carriles bici. Se harán “allí donde no molesten”.

No es que haya que hacer carriles bici para contentar a las pocas personas, que cada vez son más, que se atreven a circular por la ciudad en bicicleta. El asunto es que la Alcaldía y su equipo de gobierno deben tomar conciencia de que el “Paraíso natural” está reñido con el ruido y los humos de los vehículos a motor, y no se puede presumir de capital de ese paraíso si no se apuesta por los modos activos de desplazamiento, o sea, por aquellos que no contaminan y, además, favorecen que las personas hagan ejercicio y abandonen la sedentariedad y el sobrepeso. Oviedo ha avanzado mucho en la peatonalización, pero nada en el favorecimiento del uso diario de la bicicleta.

Desde 2010, que se puso en marcha el “Plan Oviedo 30”, gracias al impulso de organizaciones como CicloJuristas y Asturies ConBici, y al empeño de la concejala del PP, Conchita García, poco se ha hecho, gobernara quien gobernara, por cambios estructurales en pos de una movilidad sostenible: un carril bici en La Corredoria, una red de aparcamientos para bicicletas y poco más. El asfalto de la ciudad lo siguen monopolizando los vehículos a motor.

La pandemia pudo ser un suceso que alentase al Ayuntamiento a favorecer el uso de la bicicleta (desplazamiento individual y al aire libre). Lejos de eso, nada se hizo en beneficio de este medio de transporte, y se perjudicó al otro modo de desplazamiento activo, pues los peatones vieron dificultado su tránsito por las aceras, con la tolerancia municipal de abusos del espacio público por parte de la hostelería. La pandemia parece que queda atrás; no así el despliegue desordenado de sillas y mesas por las aceras.

Si no es la salud, puede que sea la carestía de los carburantes lo que haga ver a muchos ciudadanos la necesidad de moverse en bicicleta y, de paso, comprenderán que es la forma más rápida de llegar a cualquier punto de la ciudad, sin la necesidad de volverse locos buscando aparcamiento. Para ello hace falta una infraestructura segura.

Existen ayudas de la Unión Europea y del Gobierno para favorecer la creación de carriles bici. Pero, sobre todo, es una cuestión de voluntad política, de decidir actuar, incluso “allí donde moleste” al coche particular, si ello supone desincentivar el uso del uso del automóvil, quitándole espacio en beneficio de una movilidad sostenible que evite contaminación atmosférica y acústica. Esto supone actuar en el centro de la ciudad y no sólo en el extrarradio. Una forma de cumplir esos dos objetivos (desincentivar lo perjudicial e invertir en lo beneficioso) es sustituir zonas azules de aparcamiento por carriles bici. Esta misma sustitución puede hacerse también para la ampliación de aceras, de modo que las terrazas de hostelería no constriñan el paso de peatones. El caso de avenida de Galicia es paradigmático.

No será porque no se le hayan dado ideas al Ayuntamiento. En 2016, como continuación al “Plan Oviedo 30”, presentaron aquellas mismas organizaciones un “Plan Oviedo 360 grados”, que ha caído en el olvido para los gobiernos municipales. La promoción de la bicicleta es inexistente y los únicos carteles publicitarios han sido, en colaboración con la DGT, para hacer saber que las aceras no son para circular en bici o en patinete. Nada para favorecer su uso como medio de desplazamiento urbano.

La ciudad tiene que ser mayoritariamente para el peatón, las bicicletas y el transporte público. Eso deberían tenerlo en cuenta también los comercios, cuyos propietarios antaño ponían el grito en el cielo por la peatonalización y hoy son sus primeros beneficiados. De acuerdo con esto, deberían potenciar su negocio cambiando de estrategia y, en lugar de regalar una hora o dos de parking a partir de una determinada cantidad de gasto en el establecimiento, deberían acordar con la cooperativa del taxi unos tiques de descuento equivalentes a los del parking. Esto para la hostelería sería un plus. Lo adecuado con la movilidad sostenible es proteger el transporte público, no incentivar el transporte privado. El “efecto llamada” deseado por el comercio ha de ser una llamada al cliente, no al coche particular, y sería un buen síntoma que el cliente se percatase de que, dentro de la ciudad, le sale más caro ir en su vehículo a comprar que regresar con sus compras en taxi, y, al pecio que está el combustible y el parking, es fácil hacer las cuentas. Los tiques ayudarían a ello.

En fin, el día mundial de la bicicleta es en Oviedo el día de la marmota. Las bicicletas ya no son para el verano, simplemente son para las elecciones. Ya verán cómo el próximo año, que habrá comicios municipales, todos rivalizarán en propuestas a favor de la bicicleta y de la movilidad sostenible.

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