No se si conocerán que hoy se celebra en el mundo el Día de la Amabilidad, esa era su fecha y espero que se mantenga. Si usted no lo sabía y acaba de enterarse puede ir entrenándose para ponerla en práctica, lo conseguirá todo a un muy bajo precio, abriendo tan solo la puerta a ese entendimiento tan necesario, a este universo tan complicado que habitamos.

Puede ser suficiente un cariñoso saludo, una oportuna sonrisa, o palmada de afecto, dándole a la amistad el mejor de los sentimientos.

Hemos de intentarlo y más dejado atrás ese confinamiento, de obligada intimidad, que fue refugio de muchas dudas donde las palabras quedaron mudas y nos abruma la preocupación de un futuro.

La larga soledad fue una lucha constante ante esa cárcel de nubes de intensa niebla y confusión a la espera de ese sol que nos diera la ilusión de una luz de libertad, para recuperar el destino de nuestras vidas.

Todo ese desgaste dejó dañado nuestro amable comportamiento y ante ello estamos obligados a recuperar nuestra olvidada amabilidad y hacerla presente.

Así las cosas, amanece el día y empezamos nuestra diaria labor que siempre está llena de encuentros personales. Ante ello, pongamos los mejores deseos de ser complacientes haciendo mas humana la cortesía.

Démosle a este mundo que vivimos esa alegría, no seamos ese inquilino que a ritmo de prisas descuida su atención con todo aquello que le rodea y dejemos a un lado ese estrés que se está filtrando a pasos de gigante en nuestro día a día. Sabido es que nos empuja la prisa y ello nos hace perder el control de nuestras emociones y nos lleva a dejar de ser compañeros de esa unión solidaria, para caer en cierta soledad, dejando a un lado esa amabilidad tan necesaria de ser compartida en nuestras actuales y difíciles circunstancias.

Yo no digo que debamos de exportar nuestros sentimientos de una forma continua y a un ritmo acelerado, pero sí detenernos y hacer una pausa y ser más frecuentes en ofrecer amabilidad y compartir ese equilibrio, para bien de todos, haciendo más agradables las relaciones humanas.

Es, sin duda, una asignatura pendiente que debemos de aprobar. Nos llega la Navidad y es un buen momento para hacer nuestro diálogo más gentil y afectuoso.

Sé que todos no estarán conmigo en ese compás ilusionado de ofrecer amabilidad. Habrá quién al leerme dirá: bastante tengo con lo mío. Mi modesto consejo es que debemos de ir amortizando nuestros problemas para tratar de borrar ese ceño de disgusto, haciendo del humor y los buenos modales ese comportamiento como oficio amable, sencillo y generoso.

Sea pues este celebrado día el principio de ese diálogo prudente y necesario para que la amabilidad se haga promesa, presente y futura, en la privado, lo público, lo político y lo religioso, buscando la unión y el sentido común, para el bienestar colectivo y mejor entendimiento.

Libres de ataduras, hay que dar al olvido el tiempo perdido y recuperar la amabilidad para hacer más feliz nuestra diaria convivencia.

Tengamos esperanza en lograrlo y en esa confianza quedo.