Triste cumpleaños

Celebrar la Constitución en un clima político inhóspito y muy polarizado

Óscar R. Buznego

Óscar R. Buznego

Vamos a celebrar con fiesta nacional el aniversario de aquel 6 de diciembre de 1978 en que una mayoría amplísima de españoles aprobaron en referéndum la Constitución. No está de más, sin embargo, recordar que Alianza Popular propuso votar a favor sin hacer campaña por el "sí", puesto que la mitad de su grupo parlamentario lo había hecho en contra o se había abstenido en el Congreso, ERC y los nacionalistas vascos de izquierdas la rechazaron y el PNV pidió la abstención, mientras el PCE desplegó toda su fuerza en favor de la aprobación. El voto afirmativo fue mayoritario en todas las provincias, aunque en Vizcaya, Guipúzcoa, Orense y Lugo más de la mitad del censo electoral decidió no votar. Camino del medio siglo, los años de vigencia de nuestra carta magna delimitan el período más prolongado en que los españoles hemos disfrutado sin interrupción de la democracia y la hemos llevado a las cotas más altas de nuestra historia. Nunca antes el país había tenido una democracia mejor durante tanto tiempo.

Pero el martes no será un día perfecto. Las consabidas ausencias se harán notar como de costumbre. Un sector numeroso de la Cámara Baja impugna de forma explícita el orden constitucional y no desaprovecha ocasión para erosionarlo. Ni el Congreso ni el Senado, cuatro años después, han cumplido con su obligación de elegir a los vocales que deben tomar el relevo en el Consejo General del Poder Judicial, pieza básica del estado de derecho. El desacuerdo entre el PSOE y el PP lo impide. Esta semana los debates parlamentarios han caído a su peor nivel hasta la fecha y el ambiente creado no es propicio para la celebración. La política española registra un grado de polarización excesivo, de los más elevados en el mundo, y los partidos actúan pensando únicamente en las elecciones de resultado incierto que se avecinan.

A este respecto, merecen atención, aunque no precisamente por ser novedosos, los datos que acaba de dar a conocer la Fundación BBVA de una encuesta sobre la confianza en la sociedad española, realizada por su Departamento de Estudios Sociales y Opinión Pública. Los partidos son las organizaciones en que menos confían los españoles, por detrás de la iglesia, los sindicatos y los bancos. La mitad de los españoles desconfía abiertamente de ellos y muestra la misma actitud hacia los políticos, a los que consideran los profesionales menos competentes y menos éticos en su comportamiento. El 64% opina que en España hay mucha corrupción y el 92% cree que está muy o bastante extendida entre ellos. La desconfianza hacia los partidos, notablemente superior a la que provocan otras instituciones electivas, está repartida de manera similar por los diferentes espacios políticos. Si acaso, es algo mayor entre los encuestados que se ubican en las posiciones centrales de la escala ideológica, lo que demuestra la desigual eficacia en esa franja del electorado de las estrategias que tratan de aumentar la tensión en la vida política con el fin de disciplinar a los votantes.

El descrédito de los partidos, protagonistas todavía insustituibles a la hora de activar la maquinaria de las democracias liberales, es un problema mayúsculo que no afecta exclusivamente a España. El fenómeno ha adquirido una dimensión inquietante y se está reproduciendo con rapidez por todas partes. Pero esto no puede servir de justificación ni de consuelo. Los partidos españoles han ganado a pulso este reproche. El espíritu que hizo posible la Transición parece haberse esfumado. La enorme lección que supuso aquella experiencia ha caído en el olvido de un modo difícil de comprender. Los partidos, precisamente ellos, han perdido el respeto exigible a las leyes, al adversario y, en suma, al ciudadano, al que deben el primero y mayor de los respetos para actuar conforme a los principios de la democracia y la Constitución. Y el Gobierno está alterando el funcionamiento normal y previsible de las instituciones. Así de inhóspito se ha vuelto el clima político en España. ¿Qué nos hace pensar que la situación actual es mejor y preferible a cualquier otra anterior? Más que una fiesta, el martes nos convendría celebrar una jornada de reflexión.

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